Estos últimos días las visitas al hospital fueron frecuentes para acompañar
a un buen amigo que se encuentra viviendo unos difíciles momentos por su
delicado estado de salud. Esta circunstancia me abrió un poco más los ojos a
la realidad del sufrimiento, el dolor, el estrés, la ansiedad y la enfermedad de
demasiadas personas.
Vivir, en segunda persona, la evolución de enfermedades terminales,
provocadas por tumores convertidos en metástasis, me permitió filosofear y
pensar sobre la fragilidad y la limitación del ser humano. Hay que reconocer la
labor de esos facultativos, enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores,
limpiadoras y todo el personal sanitario de cualquier centro hospitalario que se
implican en ayudar a las personas a las que ya no pueden curar pero sí aliviar,
no dejándoles nunca abandonados aunque parezca que no se puede hacer
nada por ellos. Recordar que nadie está libre de pasar por estas circunstancias.
Muchos de estos sanitarios saben que tienen la obligación de ofrecer una
salida al sufrimiento que rebaja la vida del paciente a niveles intolerables y que,
en algunos casos, les lleva a morir sin dignidad. Por otra parte hay algunos
casos contrarios y así recuerdo que, hace unos días, llamando a emergencias
sanitarias (061) para la atención de un enfermo terminal, me encuentro con una
doctora que me recomienda “mejor que se quede en casa para esperar la
muerte”. Ufff, por favor, una persona que no puede ingerir alimentos, ni sólidos
ni líquidos, que tiene fuertes dolores constantes…, por favor. Al final
requerimos la ambulancia para su traslado hospitalario y a que le paliasen el
dolor y le alimentasen de manera parenteral.
Seguro que a mi amigo le llegará la muerte, más temprano que tarde, pero
mientras tanto tiene el derecho a vivir con una mínima calidad de vida y no
seguir padeciendo tanto dolor porque, actualmente, hay terapias y medios
suficientes para paliarlo.
JOSÉ MANUEL PENA
“Tomadura de pelo en prime time”. José Antonio Constenla
Hoy ha triunfado el amor, no podía ser de otra manera. Porque, ¿existe alguienque, al igual que Pedro Almodóvar, no haya llorado “como un niño” después deleer la carta a la ciudadanía o escuchar la intervención del presidente de ayer?A veces pienso que somos unos...