Hoy ha triunfado el amor, no podía ser de otra manera. Porque, ¿existe alguien
que, al igual que Pedro Almodóvar, no haya llorado “como un niño” después de
leer la carta a la ciudadanía o escuchar la intervención del presidente de ayer?
A veces pienso que somos unos verdaderos desagradecidos sin sentimientos.
Pedro Sánchez nos ha abierto su corazón y lo que hemos visto es bonito. Que
ama a su mujer es algo que nadie en su sano juicio debería cuestionar.
Estamos ante un amor sincero y puro, un amor verdadero, un amor como el
que se profesaban Westley y Buttercup en La princesa prometida. Un amor que
de suyo ya justifica segundas oportunidades.
En una sociedad adicta a la representación, con millones de personas volcadas
en las redes sociales, donde a menudo se confunde lo real y la ficción, quien
ha hecho de la audacia temeraria y de la imprevisibilidad seña de identidad,
entendió que debía convertirse en productor, guionista, director e intérprete de
su propio biopic.
Demócrito, pensador griego, proclamaba: “Todo está perdido cuando los malos
sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. A pesar de que bondad y maldad son
términos huidizos, emparejados a filias y fobias, no me resisto a afirmar que
hoy gobierna España un verdadero fantoche. Un irresponsable, experto en
pontificar que no es más que propaganda, imagen y escaparate.
Escuchándole ayer apelar a la movilización social y a la “reflexión colectiva que
abra paso a la limpieza, a la regeneración” y “al juego limpio” porque según él;
“Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango colonice impunemente la
vida política”, me ha parecido adivinar su intención de que los españoles
restrinjamos nuestra vida al mes de diciembre, concretamente al día de los
Santos Inocentes.
Finalmente, cualquiera que sea el resultado de la denuncia, tanto si se archiva,
como si no, hemos vivido un ejercicio de cinismo, pero también, una
advertencia, un desafío y, hasta una declaración de guerra: El que hable de
Begoña para cualquier cosa que no sea defender su pureza virginal será
considerado fascista y deberá atenerse a las consecuencias. El presidente
enamorado ha reaccionado a un caso de posible corrupción con una cruzada
política que divide más el espacio público entre fieles e infieles, siendo la
adhesión inquebrantable a su persona la línea divisoria entre unos y otros.
Por cierto, los mismos que ahora tachan a la entidad denunciante de sindicato
de ultraderecha, jaleaban con ilusión sus denuncias a la Infanta Cristina y a su
marido Iñaki Urdangarín. Asimismo, reivindicando la “decencia democrática”,
algunos de estos (pocos, muy pocos, sobre todo sindicalistas y culturetas, o lo
que es lo mismo, paniaguados) se han lanzado a la calle al grito de “Santo
súbito”, que es la fórmula que la Iglesia emplea para canonizar a alguien
ahorrándose el proceso de determinación de sus virtudes, para solicitar la
canonización laica del líder.
Viendo su disposición al sacrificio, no podemos por menos que dar un
taconazo, hacer una inclinación de cabeza agradecida y respetuosa, y gritar al
unísono: Pedro, presidente, ¡por España, todo por España!
Aldous Huxley dijo unos pocos años después de la publicación de Un Mundo
Feliz, que se había quedado corto con sus invenciones distópicas. Hoy, camino
de un siglo de la aparición de la novela, es posible que este sonría lleno de
razón, viendo lo que sucede en nuestro país.