Convulsión en la sociedad después del retiro del presidente “al rincón del pensar y
muchas especulaciones. Unos dicen que los cinco días de “asuntos propios” son para
victimizarse y no dar explicaciones y otros señalan que, falto de cariño, buscó la
adhesión de los suyos ante lo que considera ataques desmedidos a su persona y a su
mujer.
Sus defensores -Gobierno, partido y simpatizantes- culpan del acoso a la derecha, a los
medios de comunicación y a los jueces, tres colectivos a los que el ministro Bolaños
llamó “jauría”. La oposición, a su vez, habla de infantilismo, de su narcisismo
enfermizo y le acusa de montar un espectáculo propio de un adolescente que necesita
ser aclamado.
Y todos culpan al otro de la polarización y crispación que ya alcanzó el punto de
ebullición en España. Pero en esto de “retozar en el fango”, digan lo que digan, hay
empate técnico entre PSOE y PP. Son culpables también muchos medios y periodistas
que han hecho dejación de su función de informar para convertirse en hooligans de un
signo o de otro.
Dicho esto, el presidente tiene derecho a reflexionar y a decidir si se queda, si plantea la
cuestión de confianza, si convoca elecciones o dimite. Ahora bien, la “Carta a la
ciudadanía” es insólita en España y en Europa e irresponsable, impropia en una
democracia. No quiero calificar de frivolidad su dejación de funciones en la gobernanza
del país, pero ¿se imaginan que el presidente de una empresa del Ibex hiciera lo propio?
Si quiere dimitir que lo haga y explique sus razones. Nada que objetar.
Nada que objetar tampoco a que un juez abra diligencias para saber si detrás de las
reuniones de su mujer con empresarios y de las cartas de recomendación a empresas hay
“tráfico de influencias”. Es una investigación judicial más entre las miles que hay en
España donde “la ley es igual para todos”.
Dos anotaciones finales. Identificar al presidente Sánchez y a su Gobierno con la
democracia es una barbaridad propia del chavismo. Como es otra barbaridad calificar de
antidemócratas a todos los que no están de acuerdo con sus ideas o con su modo de
gobernar. Y la concentración del sábado en Ferraz es un “revival” de aquellas
concentraciones de la Plaza de Oriente de infausto recuerdo.
Presiento también que el presidente no calculó el daño que causó no solo al país,
también a su esposa, que acaparó titulares poco favorables en periódicos de Europa y
USA. Tampoco calculó el daño reputacional a su persona, que pierde crédito a raudales.
En fin, que hoy se conocerá su decisión. Si dimite que se vaya tranquilo porque en esta
vida nadie, ni él, es imprescindible, la democracia tiene recambios. Si se queda, que
traiga inoculada una dosis de respeto a los que no piensan como él para sosegar la vida
pública. Esa es su obligación y lo que necesitan España y los españoles.