“Vejez en tiempos de Tik Tok”. José Antonio Constenla

27 Marzo 2023

“La edad es algo que no importa, a menos que usted sea un queso”. Esta maravillosa frase de Luis Buñuel queda muy lejos de ser cierta en nuestros días. El término “edadismo”, surgió en los 60, hace alusión a la discriminación por razones de edad, y parece ser la única discriminación que no se cuestiona enérgicamente hoy en día. Las faltas de respeto a los mayores son solo la punta del iceberg. Mientras avanzan imparables los movimientos identitarios y gran parte de la sociedad se muestra especialmente sensible a cualquiera de ellos: raza, orientación sexual, creencias religiosas, nacionalismos o intolerancias alimentarias, las actitudes prejuiciosas hacia ellos parecen socialmente aceptadas. Quizás porque es incompatible el revisionismo del pasado y la defensa de aquellos que, estando aquí, han participado de ese pasado. O tal vez, porque su misma presencia, nos recuerda nuestra propia mortalidad y vulnerabilidad. También porque el edadismo se ha institucionalizado.
En 2016, Carolina Bescansa, entonces secretaria de Análisis Político de Podemos, sostenía sin complejos que “si en España sólo votase la gente menor de 45 años, Iglesias ya sería presidente del Gobierno”. Bajo esa afirmación lo que subyace es la prejuiciosa idea de que el voto del mayor lastra el avance social.
Los mayores eran considerados sabios en las sociedades tradicionales, guardianes del conocimiento y la memoria histórica, pero dos eventos históricos conspiraron contra ellos para disminuir su estatus en la sociedad. El primero fue el advenimiento de tecnologías como la imprenta, que permitió preservar y diseminar el conocimiento acumulado a expensas de la colaboración del anciano. El segundo, la industrialización de la sociedad, que exigía movilidad para ir donde estaban los trabajos, y dejaba fuera a los mayores por ser menos “adaptables”.
Un buen epíteto de nuestra sociedad se reduce en el título de aquella película de los hermanos Coen “No es país para viejos” (“No country for old men”), también traducido como “Sin lugar para los débiles”. Tomado de un poema de W.B. Yeats, “Sailing to Byzantium”, es un lamento poético por la manera en que los jóvenes ignoran la sabiduría del pasado y de los viejos. La traducción de “old men” como “débiles”, quizás se realizó considerando que igual daba decir “viejo”, que “débil”.
Además del estigma del perjuicio, el edadismo tiene consecuencias negativas en la salud de las personas mayores, que muchas veces se ven como una carga para los demás haciéndoles proclives a la depresión y el aislamiento social.
Las medidas para combatirlo pasan por construir una nueva mirada sobre el envejecimiento, donde hablar de esto no sea hacerlo sólo sobre pensiones o enfermedad, sino sobre valores, experiencia, o nuevas oportunidades. Una sociedad que no reconoce el talento, la belleza y la sabiduría de las personas mayores está enferma. Otorgar respeto, prestigio y valor se impone para evitar tanto dolor humano, completamente injusto e innecesario. Y es que, como apuntó Cicerón hace más de 2.000 años: “Un anciano no hace lo que los jóvenes, pero hace cosas mucho más importantes y mucho mejores.
Las grandes hazañas no se llevan a cabo con las fuerzas, la velocidad o la agilidad de los cuerpos, sino con el consejo, el prestigio y el juicio”.

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