“Tal como éramos: Una primera comisión de funcionantes para organizar la Festividad del Nazareno (1896-1923)”. Antonio González Millán

16 Setembro 2023

Antonio González Millán. Historiador, Director del Museo Valle-Inclán

Dedicado a todos aquellos que, a lo largo de los años y, a pesar de las fatigas de los variables tiempos, ponen su ilusión y su empeño en mantener vivas nuestras fiestas tradicionales. Bogan su dorna del milagro hacia puerto deseado: lo hacen para regocijo y beneficio común.

Quiere el esfuerzo de las investigaciones históricas emprendidas por varios archivos de Galicia que, afanado quien les escribe por dar luz juiciosa sobre las vetustas ficciones de una celebración tan arraigada entre nosotros como es esta que se consagra a Jesús Nazareno en la parroquia de Santiago da Pobra do Deán, podamos documentar la que parece haber sido su primera comisión de fiestas, constituída al término del siglo XIX. Festejos de carácter cívico, entiéndasenos, al arrimo de unos cultos cristológicos ciertamente anteriores, documentables desde el año 1806, cuyos orígenes en un lejano siglo XV se intentarían explicar a través del piadoso enramado de una leyenda apócrifa, no obstante, teñida de circunstancias temporales, episodios y personajes verídicos.

El culto a Cristo por estas Tierras de devociones populares tan enraizadas parece ser arcano. Tan antiguo como la presencia del primer cristianismo entre los romanizados pueblos “celtici” asentados en territorio “postamarici”, literalmente “celtas de después del Tamara (Tambre)”, que esto es lo que significan las voces “Postomarcos” y “Postmarcos” que sirven de topónimo al arciprestazgo o distrito eclesiástico que reúne a las feligresías de Arousa-Norte. En esta de Santiago de A Pobra do Deán a lo largo de las Edades Media y Moderna al Hijo de Dios se le rinde latría bajo epítomes tales que “Santísimo Nombre de Jesús”, “Dulce Nombre de Jesús”, o con el taumatúrgico “Buen Jesús”, y sólo al albor de la contemporánea, de “Nazareno”.

Un tipo de celebración en la que está presente, acaso como consecuencia de la muy influtente misión pastoral ejercida por los frailes de las órdenes mendicantes, particularmente de los hermanos de San Francisco presentes desde el último cuarto del siglo XV en el inmediato convento de Santo Antonio, la procesión ritual de las mortajas, esto es de amortajados y féretros comprometidos y entregados exvoto por los fieles a su Salvador.

Eco evidente de los desfiles de disciplinantes, esta teoría de ofrecimientos “pro-vida”, para perdurar en el tiempo, no habría de permanecer inmutable ante los cambios de la Contrarreforma Religiosa si no experimentar varias adaptaciones más convenientes al modo de entender la espiritualidad en sucesivas épocas. Advertiremos así que el uso generalizado de mortajas, entendidas éstas prendas como hábitos de una determinada devoción particular a los que la Iglesia concede indulgencias espirituales, en el ámbito de A Pobra y las localidades de O Barbanza no se autoriza canónicamente hasta entrado el siglo XVII, siendo un pajizo sayal franciscano y no una morada túnica nazarena la que acompañe a nuestros fieles difuntos. Igual advertencia debemos hacer de los cultos documentados de aquel “Buen Jesús” en el ámbito local, ya que tenían ocasión en dos fechas señaladas del calendario litúrgico que difieren de la cadencia actual de las celebraciones nazarenas: el día de Jueves Santo, en el marco de las celebraciones de la Semana Santa, noticia del año 1531, y en enero, en la dominica segunda “Post Epifanían”, día de esta advocación, noticia del año 1572.

Claro que una cosa son las solemnidades de los cultos y otra, no siempre nacida al compás de los latines aunque es evidente que amparada en la notoriedad alcanzada por esta función religiosa, los regocijos de las conmemoraciones civiles, lo profano. Y es que conviene que racionalicemos cuanto de forma genérica se tilda como de “tradición inmemorial” al pábulo de unas fiestas sobresalientes. Pues todo acontecimiento antropológico tiene un origen cierto y evoluciona para seguir siendo actual a lo largo de los siglos. De lo contrario se extinguiría.

Hecha esta advertencia digamos ya que, en rigor, la primera comisión documentada en A Pobra do Caramiñal para procurar mayor lucimiento y promoción de la festividad de Jesús Nazareno fue la constituía el día 27 de septiembre de 1896. De este hecho da fe pública el acta que encabeza el hasta hoy inédito “Libro Contable de la comisión pro-función del Divino Jesús Nazareno”, en uso entre los años 1896 y 1923, aunque incompleto. Dice así:

“Convocados y reunidos bajo la presidencia de D. Manuel Soler Rutlla, coadjutor in capite de Santiago de la Puebla del Deán, los vecinos de la misma, Sres. Dn. Abelardo Mieites Gómez, Isidoro Abal, Martín Gómez Abal, Elías Martínez, Julian Rodríguez, Carlos Pérez y Deogracias Gumera -todos ellos propietarios y de conveniente probidad-, acordaron:

1º.- Formar una comisión que se encargue en lo sucesivo de la función del Divino Jesús Nazareno, que tendrá lugar en esta parroquial el tercer domingo de septiembre de todos los años, cuya comisión quedó constituída con los mismos individuos convocados.
2º.- Nombrar un depositario que lleve con todo cuidado, en un libro, los ingresos y gastos habidos en todo el año; presentando las cuentas después de la función y en todo el mes de septiembre, cuyas cuentas serán firmadas por todos después de examinadas.
3º.- Reunirse en junta en todo el mes de julio de cada año para acordar el mayor esplendor y lucimiento de la función, que tendrá lugar el tercero domingo de septiembre.
4º.- Enajenar las cajas mortuorias que se reunieran el día de la función por no haber sitio a propósito para depositarlas, cediéndolas -esto es arrendando su negociado- al mayor postor”.
Dato llamativo es ese de insistir en que, “en lo sucesivo”, desde aquel año 1896 obviamente, la función del Nazareno “tendrá lugar… el tercer domingo de septiembre de todos los años”.

Por los apuntes registrados en el libro descubrimos cuáles son los esfuerzos de esta asociación. De los bríos de sus programaciones iniciales, como también de sus apuros y del consiguiente abotargamiento de los actos organizados luego, estando condicionada por los ingresos de una fluctuante recaudación y por un déficit acumulado en ejercicios dados al gasto excesivo. De modo que, tras el saldo negativo del año 1903, deberá salir en su ayuda el Ayuntamiento, así en 1904 como en 1905, llevando una gestión insostenible desde 1910 hasta su finiquito.

Entonces eran dos los días dedicados a estas fiestas, el sábado de la víspera y el domingo de la función del Cristo y ritual de las mortajas. Siendo computados en sus cuentas conceptos tales que orador, sacerdotes y diáconos, porteadores de imagen, cuestadores, pujador, réditos de cajas y hábitos, músicas sacra y profana, iluminación del templo, ornato de rúas con faroles y guirnaldas, pirotecnia de cohetería y suelta de globos aerostáticos, trabajos de carpintería para montar el estrado o palco cerca del atrio, comparsa de gigantes y cabezudos (2 : 4), impresión de programas, láminas de estampas y rifas, fletes y viajes del vapor, etc.

Al cierre de nuestros comentarios rescataremos algunos nombres. Y así, de aquella costumbre de sermonear la misa mayor con oradores de prestigio, los de dignidades como D. José Martínez Muñiz y D. José María Portal, canónigos de la S.A.M.I. de Santiago, y los de los padres Paisal, Novoa o Manterola, franciscanos. De entre los músicos y cantores que intervienen en la novena y misas, al organista José Paz Hermo y al violinista Egidio Paz, su hijo (1896- 1904), a Ricardo Fernández Carreira (1909-1921) y a José Fontán Martínez (1923), con sus orquestas, todos ellos intérpretes y compositores de mérito. Siendo habituales en el ámbito de la música de calle Manuel y Juan Ramón Olveira, los dos gaiteros de Lesón, quienes, junto con la banda de música de A Pobra, ésta con frecuencia sustituída por las de Vilagarcía, Beneficiencia de Santiago, y hasta de Zaragoza, amenizan dianas, procesión, pujas, verbenas y sesión de fuegos.

Concluyamos, en fin, recordando a José Gil, cohetero vecino del Campiño, a quien se contratan fuegos y globos de aire caliente (1896- 1901), a Juan Cid, impresor de esta villa, autor de 50 “programas de los festejos” (1899-1901), la misma tirada de programas y mil estampas que imprime José Paz (1902-1903) y después de él José Juan Pérez Gómez, poeta, cronista periodístico y adaptador de autores clásicos que, aquí y en la emigración y el exilio americanos, emplea los pseudónimos de “Caramiñas” y “José Barbanza” (antes de la ruina de su negocio pobrense de librero e impresor en 1917). Son parte de la crónica de unas grandes fiestas.

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