Ya no chirriarán más los goznes
de esos brazos gigantes,
de esas manos teñidas de pizarra
capaces de coser la vida con la piedra,
el alma con la fibra.
Tu trono está ahora en la tierra,
donde siempre,
bajo esas paredes
que se asoman al mar
y que serán recorridas por tus ojos
mientras las pupilas se pierden
en la serena ternura de tu patria.
Quedó tu alma enredada
en el trajín del huerto,
por mortaja el sol
y por música el viento,
el mar cantando el duelo con sus olas
mientras tu partías en tu dorna de hierro.
Sí, fuiste un soñador
de convicción altiva,
de precoz talento,
justo es que yazcas ahora
con el cráneo mullido
sobre el hogar del suelo.
Que triste esta la casa
sin tu pecho tremendo
que hacía el día cálido
con su vaivén sereno.
Cuanto te quise hermano,
cuantas veces me reflejé en tu rostro,
me fijé en tus manos,
me espabilé en tu voz.
Cuantas veces crecí con tu palabra,
aprendí de tu esencia,
me empapé de ti.
Ahora queda un vacío
dónde sólo pueden habitar tus obras,
allí, felices deambulan
por la memoria de los que te quisimos,
con sus velos negros
de hormigón y granito.
O seu cuñado e amigo Santiago Bueno adicoulle o poema que reproducimos máis arriba.