
A una semana del veinte aniversario de los atentados que cambiaron el mundo, entro en la recta final de esta serie de artículos. Habrá quien crea que ya se habló demasiado sobre el asunto. Habrá quien diga que no soy objetivo. Y como siempre, alguno dirá que desde esta página se fomenta el odio y la intolerancia. Pues piense cada cual lo que le plazca. Lo que no voy a dejar de hacer es exponer unos hechos duros e incontestables. Puede que no resulte grato. Que no sea políticamente correcto, pero tampoco lo es la realidad. No vivimos en un mundo “flower power” ni somos Teletubbies que todo lo arreglan con un abrazo fuerte.
La realidad es cruda y descarnada, pese a quien pese. No querer escucharla lleva al síndrome del avestruz. Pero no lo olviden. Por mucho que metamos la cabeza en el agujero, el león sigue ahí. Es más. Se lo pones regalado para que te coma. Ahora bien. No será quien les habla el que con sus filipicas pretenda abrir ojos o causar despertares. De profeta o predicador tengo poco. El que no quiera ver, o prefiera seguir poniendo la otra mejilla, es muy libre de hacerlo. Pasaba lo mismo con aquellos sicilianos que se quedaban orando de rodillas a los pies del volcán esperando que sus oraciones detuvieran la lava… Pues hoy, creyentes o descreídos, acabarán de la misma manera si no reaccionan. Cantando ” Imagine” o poniendo conejitos rosas en un altar pagano, no se detiene a quien te ha declarado la guerra. Y no olvidemos que en 1998,Osama Bin Laden lanzó aquella proclama contra cristianos y judíos. Luego, cuando hubo de huir de su refugio afgano, dejó una máxima que por desgracia se sigue cumpliendo:”Da igual si me matan o no. El despertar ha comenzado”. Pues vaya si lo hizo. Los que parece que seguimos dormidos somos nosotros.
Ahora se les llena la boca a muchos diciendo que la nueva generación del Talibán es diferente. Pues serán las caras, porque la esencia se mantiene intacta. Y basta ver sus primeros desfiles, alocuciones televisivas o esa peculiar manera de impartir justicia.
Lo del “desfile de la victoria” ya sabemos que es práctica común cuando uno gana. Hasta ahí, vamos a dejarlo. Pero resulta que entre su arsenal, muestran orgullosos a sus militantes portando chalecos explosivos y otro tipo de artilugios propios de la organización terrorista que son. Si uno dice que va a construir la paz, no sé para qué quiere ese tipo de cosas. Pero bueno, igual es un problema de conceptos, y claro, ya se sabe lo “tiquismiquis” que somos los occidentales con esas cosas.
Lo mismo con la libertad de prensa. Cierto que allí no es costumbre, pero algo se había avanzado. Ahora todas las comentaristas femeninas han desaparecido de los informativos, y hasta alguno de los reporteros que sigue vistiendo traje y corbata, aparece flanqueado por un grupo de “estudiantes” con más armas que Terminator.
Lo “normal”, vamos.. Y ya para rematar, resulta que en las últimas horas, un helicóptero de los que dejó allí el Tío Sam, sobrevoló Kabul con un tipo recién ahorcado al que engancharon de un arnés. Ignoramos si se trata de un colaborador de los norteamericanos, agente del Daesh, delincuente común o “pepito” que pasó por el lugar inadecuado en el momento más inoportuno. Sinceramente, creo que no lo sabremos nunca. Pues así están las cosas señores. Pero va a resultar que los que fomentamos el mensaje de odio somos nosotros. En fin…
