Hay un programa en la tv, de cita a ciegas, lo veo, desde mi afición al conocimiento humano y a la sociología, desde, cuando conocí a Amado de Miguel.
Hay una pregunta para mi extraña, la que las chicas hacen a los chicos,
¿Y tú cuantas veces puedes hacer el amor en una noche? ¿Cuánto mide tu miembro? Esta pregunta muestra la ignorancia de desconocer, que la distancia de los labios a las amígdalas son 14 centímetros.
Haciendo un símil, es como decirle al chico, cuantos chuletones puedes comerte en una cena.
Cuando una cena romántica no consta de cuantos chuletones te puedes comer, sino de aperitivo, plato principal, postre, café y lo se tercie, es decir cambiar mantel por sábana, si fuera o fuese menester.
Evidentemente estaban confundiendo una noche de amor con una noche de fornicio, que poco tiene en común.
De igual manera que la cena tiene sus partes, también el acto, el acto de amor tiene las suyas, Deseo, Excitación, Meseta, Orgasmo y Resolución, y vuelta a empezar.
Llegado a este punto quisiera poner una nota de humor, o de tragedia.
Observad que cuando alguien te quiere poner en posición supino, todos te ayudan a desnudar, finalizada la fiesta, allá cada quien.
Regresando al tema, no se trata de cuantas veces uno pueda o no pueda vaciar el epidídimo.
Se trata de vivir un goce, un disfrute, conseguir vivir el acto al unísono.
Intercalar los fluidos, cuando tú hueles a hembra y ella varón ultrajado, cuando dos almas se besan y se confunden en una.
Cuando su epidermis sabe a canela fresca.
Cuando las feromonas habitan en el aire.
Cuando el éxtasis te traslada la séptimo cielo.
Por qué hay una gran diferencia entre amar y fornicar, pero quien nunca ceno en un buen restaurante lo desconoce.