Desde antes de las elecciones en Venezuela se han venido
manteniendo, en España, tesis sobre los posibles cambios de
régimen en aquel país, todas ellas sin fundamento en la realidad.
Porque se ha demostrado una vez más que los militares son los que
mandan, son el poder fáctico. Algo que por lógica democrática no
sucede en España, por suerte.
Los comentarios y análisis políticos próximos al 28 de julio creían, –
unos ingenuamente, otros por necesidad- que se iba a vivir un
proceso democrático electoral donde la oposición podría ganar.
Grave error de partida. Todos aquellos que mantenían esta tesis
saben de sobra que un proceso electoral necesita libertad de
prensa, libertad de candidaturas, separación de poderes, eso por lo
menos. Nada de eso se daba antes de las elecciones en Venezuela,
por lo tanto, el proceso comenzaba viciado, no era legítimo. Y sus
resultados no podían ser reales. El régimen no estaba dispuesto a
nada contrario. No podía existir ninguna esperanza de que las
elecciones fuesen democráticas. Solo fueron consentidas por los
militares que controlan Venezuela.
Quedaba un reducto, el expresidente Zapatero que se erigía en
defensor del régimen venezolano, asegurando que era democrático,
que Estados Unidos no lo entendía, etc., etc. y no parece que fuera
por convencimiento, quizá porque le proporciona buenos
dividendos.
Pasadas las elecciones, con un proceso interrumpido ante los
resultados, los comentarios de prensa y de los políticos progresistas
se centraba, y siguen en el empeño, en la exigencia de las actas de
las mesas electorales para reconocer la autoproclamada victoria de
Maduro o la del aspirante opositor. De esta manera se daba por
válido el proceso electoral. Es una trampa. Las actas ya pueden
estar a estas alturas muy manipuladas por el aparato chavista,
incluso por IA, dando un 51 o un 90 por ciento a Maduro. Es igual.
No vale nada que salga de aquel Gobierno sin separación de
poderes.
Ahora, resulta que los comentarista y medios que defienden
fanáticamente al régimen sanchista en España han encontrado un
alivio para sus insoportables contradicciones. El Gobierno ha
concedido asilo al ganador Edmundo González. Su vida corría
peligro, como la de otros miembros de su equipo, refugiados en
embajadas. El ministro de exteriores español, Albares, ha tenido
que negociar su salida con el régimen chavista. Negociación que él
niega y que los bolivarianos aseguran. Perece evidente que llevar a
Edmundo González a la embajada española, organizar el viaje,
mandar un avión del ejército, aterrizar en Caracas, transportar allí al
candidato amenazado y despegar no se puede hacer de forma
clandestina. Tiene que haber negociaciones, petición de permisos,
concesión de esos permisos, dejar hacer por parte de la
organización de Maduro. Los defensores de Sánchez consideran
esto como una maniobra heroica por parte de su Gabinete, mientras
que la oposición venezolana queda desconcertada y confusa. Gran
favor le han hecho.
Y ya en la actualidad, la ingenuidad publicada quiere mantener la
esperanza de que el día 10 de enero Edmundo pueda estar en
Caracas para tomar posesión de la presidencia del país. Quizás
esperan que la presión internacional -por lo menos la de Europa no
será- sea tan fuerte que al régimen chavista no le quede más
remedio que reconocer su derrota. Esta es la ingenuidad en estado
puro. Como Edmundo vuelva le espera la cárcel, donde podrían
encontrar a Corina Machado en cualquier momento
Todo esto sólo consigue engañar a los que necesitan el engaño
para mantener sus apoyos políticos a un presidente engañoso que
pretende establecer en España un régimen como el sanchismo
begoñista, imitando al chavismo bolivariano.