“Ética y Política, en tiempos convulsos”. José Antonio Constenla

20 Novembro 2023


Analizando lo que ha sucedido en nuestro país con los prolegómenos y la investidura del ya presidente Sánchez, conviene decididamente hacer algunas reflexiones. Si entendemos por ética la parte de la Filosofía que trata de la moral y de las obligaciones de la persona y por ende de los políticos, habrá que concluir que su conducta deja mucho que desear.
Toda actividad verdaderamente humana debe estar presidida por la ética, que orienta la conducta hacia el bien propio y común. La política exige una ética óptima, pues se orienta al bien de todo el pueblo. Así, del gobernante se exige, idoneidad para el cargo y ciertas condiciones necesarias para su ejercicio: defensa de la persona y de sus derechos inalienables; sometimiento a la ley, al derecho y la justicia; respeto al pueblo que se le confía y en cuyo nombre actúa; transparencia en la gestión de los asuntos públicos y salvaguarda de la independencia de los diversos poderes e instituciones.
Los tratados sobre ética política recogen asimismo un amplio catálogo de virtudes que debería tener el buen gobernante, como por ejemplo: formación ética, justicia, lealtad, honor, humildad, moderación, paciencia, prudencia, respeto, sabiduría, sinceridad, sobriedad, templanza o veracidad. Cuando faltan estos principios, la ambición, la ira, la adulación, la indiferencia, la cobardía, la envidia, la malevolencia, la vulgaridad, la insensibilidad, la mentira, la jactancia, la pereza, o la injusticia se convierten en su manera
de conducirse. Así, cuando el político no tiene ese perfil es fácil presa de caer en desviaciones que a su vez le llevan a prácticas corruptas.
Probablemente vivamos tiempos en el que hablar de “ética política” parezca una contradicción en sus propios términos. La política se ha ido independizando de la ética y sucumbiendo a un “realismo sin principios” y un “pragmatismo sin convicciones”, lo que supone un proceso de degeneración de la función pública. Lo más peligroso de este divorcio es que se asuma como algo natural y hasta conveniente, ya que como afirmaba Jean-Jacques Rousseau “aquellos que quieren tratar la política y la moral por separado
nunca entenderán nada sobre ninguno de los dos”.
Las violaciones morales que se están produciendo en nuestro país se explican al contemplar ciertas actuaciones de nuestros dirigentes, demasiado obsesionados por sus intereses; cuando la verdad y la mentira se intercambian sin escrúpulos, siempre buscando el bien particular o el del partido; cuando se exageran los errores del adversario, obviando hasta los más insignificantes propios; cuando lo que hoy vale mañana es desechado y al contrario; cuando se asaltan sin escrúpulos instituciones buscando sentencias favorables; o cuando te sobran y estorban los que te deben controlar en las instituciones.
Un pueblo que no viva colonizado y condicionado por las ideologías sabe, sin necesidad de estudios especiales, que la política también es cuestión suya porque afecta a su bienestar. Por ello, es preciso que los ciudadanos sepamos discernir con sabiduría quienes son dignos del pueblo que desea ser gobernado con verdad, ética y justicia.
Porque ante lo inaceptable no cabe ni puede caber el silencio, salvo si se quiere ser cómplice silente de lo que ocurre.

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