“A propĆ³sito de Alfredo Conde”. Alberto Barciela

28 Setembro 2023

Tiene mucho de alaricano, que es su ilustre tribu, con una cierta mezcla de ourensanƭa, de la que es predilecto hijo, y de pontevedrƩs juvenil. Todo lo recuenta en una esplƩndida madurez en la que me reconoce, un poco sordo, que los aƱos es bueno cumplirlos y, en cierto modo malo soportarlos.

Tras escribir mucho -unos cuarenta mil artĆ­culos, muchas buenas novelas y cuentos de Ć©xito-, ser propuesto en varias ocasiones al Nobel, ganar galardones como el Nacional de Literatura, Nadal, Grinzane Cavour, el Blanco Amor, el Chito o el Guimaraes, en periodismo el  Julio Camba, el FernĆ”ndez Latorre, y a escala social el de la CrĆ­tica o la Medalla Castelao; despuĆ©s, digo, de ser traducido al ruso, al italiano, al chino, al francĆ©s o al inglĆ©s, sĆ© que a Alfredo Conde como mejor se le entiende es en su barroquismo regustado, en ese gallego o castellano fluidos, de rico lĆ©xico, en el romĆ”n paladino de su libertad expresiva y en el narrar de su contundente memoria.

Alfredo Conde es capaz de transitar por una biografĆ­a de intensidades abisales, tras navegar por tres matrimonios, por sedes parlamentarias, consejos de administraciĆ³n televisivos y de ser, en lo fundamental, independiente, incluso en sus afiliaciones al comunismo o al socialismo, porlos entendimientos cariƱosos o cĆ³mplices de su padre de izquierdas y las broncas de su abuela o sus tĆ­os franquistas, e incluso, si me lo permite, emancipado de la propia vida cuando esta es vulgar.

ā€œNo hay ningĆŗn viento favorable para el que no sabe a quĆ© puerto se dirigeā€, como decĆ­a Arthur Schopenhauer. Ese no el caso del marino y autor de libros muy relacionados con Eolo, como el Griffon, una criatura con capacidad de vivir en el tiempo y en el espacio que quiera, o ā€œUn Vento que pasaā€, o la lluvia, o los personajes mĆŗltiples nacidos de una imaginaciĆ³n prodigiosa o de la propia Historia.

Alfredo ha transitado por el MarquĆ©s de Sargadelos – que bello tĆ­tulo el de esa novela ā€œAzul Cobaltoā€-, o a Fraga, que ha sido amigo de Fidel Castro, y tambiĆ©n ha sido repudiado por Ć©ste o por su adlĆ”teres, y ha frecuentado a tantos y tantos escritores, editores, intelectuales, polĆ­ticos, artistas, ciudadanos… que no es extraƱo que aglutine algo de todos en sus personajes aparentemente ficticios.

No, Alfredo no resulta indiferente. Eso en ningĆŗn caso. A su biografĆ­a corresponden episodios decisivos y muy trascendentes en polĆ­tica -con Alfonso Guerra como aliado y la amistad de Fernando GonzĆ”lez Laxe o XosĆ© Luis Barreiro o PortomeƱe-; del galleguismo con Carlos Casares, RamĆ³n PiƱeiro o Sixto Seco; de la cultura gallega, espaƱola e internacional -pueden preguntarle a la oficina de Carmen Balcells o al Pen Club o a la FundaciĆ³n Cela o a Mario Vargas Llosa, etc.-…  Por su relevancia es todo un protagonista principal, nada fĆ”cil de comprender a veces salvo por la traducciĆ³n de su trato prĆ³ximo, afable, como corresponde a una inteligencia prĆ³diga, generosa casi siempre, muchas veces herida.

QuizĆ”s, en no pocas ocasiones, Alfredo Conde tenga la sensaciĆ³n de naufragar en sĆ­ mismo, pero sabe retornar a ese puerto seguro que es A Casa da Pedra Aguda, en la que sube y baja escaleras, pasea jardines, se rodea de arte y encuentra la soledad, tras los altos muros de piedra, del reflexionar y escribir -solo se acompaƱa con oportunidad del amor y cuidados de su esposa, hijas, nietos y amigos, del arte y de los libros, muy en especial cuando el hombre necesita huir del escritor, del creador, de sus propias fantasĆ­as.

Ahora acaba de retornar a sĆ­ mismo con su Ćŗltima entrega de Ɖzaro Ediciones -gran iniciativa de Alejandro DiĆ©guez-, ā€œA propĆ³sito de lo polĆ­ticoā€, que complementa el de lo literario y el de Fraga. Lo acabo de leer con deleite, y les invito con entusiasmo a seguir mis pasos, a hacerlo para descubrir ese telĆ³n que casi siempre separa la calle de los palacios, a los ciudadanos de los dirigentes, y una buena porciĆ³n de la mĆ”s reciente historia de Galicia. PrepĆ”rense para encontrarse con una verdad sorprendente, que me niego a desvelar aquĆ­.

ā€œTuve ocasiĆ³n de conocer a seres disparatados y felices, quienes de crear mundos y habitarlosā€, eso escribiĆ³ en alguna ocasiĆ³n Alfredo Conde. Recurro a la cita, para confesar que Ć©l sin duda es uno de esos seres que han sabido ser y aportar. Agradezco su amistad y sus tertulias, aunque discrepemos en lo mucho o en lo poco, que la medida nunca ha de ser justa ni equilibrada, al menos para los demĆ”s. Vale.

Alberto Barciela

Periodista

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