Enrique Jardiel Poncela decía con intencionada ironía que “los muertos, por muy mal ue lo hayan hecho, siempre salen a hombros”. Y a hombros de elogios fue paseado estos días el cadáver de la Reina de Inglaterra considerada en el mundo como “figura que marca el fin de una época”, que el Rey de España puso como “ejemplo de dignidad,
sentido del deber y entrega a su pueblo”.
Así la vieron también los ingleses, lo que explica el desfile multitudinario ante el féretro y las muestras de afecto, respeto y adhesiones a la vieja Monarquía que encarnaba la Reina, que recibió un baño de masas como expresión de cariño de todo el Reino Unido.
Un gallego residente en Inglaterra sentenció que “se escuchaban las pisadas en las calles de la capital”, tal fue el silencio respetuoso de las gentes que vivieron con emoción contenida tanto la noticia de su muerte, como el paso del cortejo fúnebre en Escocia y en Londres.
No podía ser menos en el Parlamento donde los diputados mantuvieron el mismo respeto, cantaron el himno nacional con patriótica devoción y dejaron semblanzas de Isabel II como el ejemplo de servicio al pueblo y símbolo de la unidad nacional en sus setenta años en la jefatura del Estado.
Los ingleses mantienen sin complejos sus ritos y tradiciones, que se desarrollan y engrandecen con largas ceremonias en el esplendor de un protocolo brillante y preservan todo lo que consideran digno de ser conservado. En estos ocho días el mundo ha comprobado que Inglaterra se mostró como un país democrático normal, que cuida sus instituciones y su modelo de Estado desde hace cientos de años y eso hace grande y admirable a este país.
“Ya sé que toda comparación es odiosa…”, decía Don Quijote a Montesinos cuando quiso comparar ala bella Belerma con la sin par Dulcinea, pero dejemos volar la imaginación para pensar qué ocurriría aquí en circunstancias similares.
Probablemente se recrudecerían las fracturas que desde hace años desintegran nuestra convivencia cívica con una polarización política más radical, que trae consigo las crisis institucional y política, el enquistamiento de la economía, problemas territoriales y lingüísticos… El fervor y admiración de los ingleses hacia su Reina sería suplantado aquí por aquelarres en los que los de siempre quemarían la Constitución, fotos del Rey y la bandera del Estado coreando los insultos rituales a la Monarquía.
Naturalmente, se puede ser monárquico o republicano, pero lo primero que hay que ser es educado y respetuoso con la forma política del Estado que nos dimos, que es la Monarquía parlamentaria. Pero la educación y el respeto no abundan en un ambiente tan polarizado. En esto también España es diferente”.
“El Fiscal y la corrupción”. José Castro López
José Castro LópezLa semana pasada “enriquecí” mi carpeta de noticias raras y curiosas incorporando unanueva que, si me la cuentan y no la veo publicada en medios serios, no la hubieracreído: “El Fiscal General del Estado y el ministro presidente de la Comisión Federal...