
Ayer, como quien no quiere la cosa, pasó casi desapercibida una efeméride a la que ya me referí en varias ocasiones. Un cuatro de septiembre, pero de 476,Odoacro deponía al último emperador de Occidente, Romulo Augustulo, y se proclamaba rey de la península itálica. Cierto que no fue el final definitivo, y que tras dicho periodo de incertidumbre llegó Justiniano para recuperar cierto esplendor. Pero hay que admitir que ya nada volvió a ser lo mismo(ni lo volvería a ser). Roma llevaba más de un siglo en franca decadencia. Los patricios se iban a sus posesiones solariegas y no regresaban a las urbes, de manera que estas se iban convirtiendo en gigantescos vertederos. A ello sumar la galopante inactividad de las instituciones, donde el periodo vacacional llegaba a trescientos días. Por muy buenas leyes que existan y la tendencia de la administración a funcionar por inercia, necesita de operarios diligentes, cosa que no ocurría. Y es que dichos cargos, civiles o militares, habían sido delegados en un personal foráneo que llegado el momento se quedó con el Imperio. De ahí al feudalismo medieval, solo hubo un paso.No fueron los germanos quienes impusieron sus costumbres, sino que los propios latinos olvidaron el espíritu que les había convertido en potencia y se trivalizaron cada uno en su castillo. No se dieron cuenta(o no quisieron darse) que no se puede delegar toda la responsabilidad, incluida la defensa, en quien antes fue tu siervo. Pero claro. Era muy cómodo que otros luchasen tus guerras. Ahora el debate sigue centrado en ese ejército afgano en el que se invirtieron millones y que se pasó al enemigo con un simple apretón de mano. Puede que desde fuera no supiéramos lo que ocurría, pero en veinte años sobre el terreno, mandos militares y unidades de inteligencia algo debieron detectar. Si lo hicieron y no informaron, malo. Si no lo vieron, peor. Porque cualquiera de nosotros puede permitirse ser ingenuo al menos una vez en la vida, pero en ciertas profesiones no.
Lo peor de todo es que esta situación no deja de despertar creciente susceptibilidad. Y es que no entendemos que se diga que el arsenal abandonado sobre el terreno está casi todo inutilizado y después veamos camiones y todoterreno “made in USA” desfilando en perfecta armonía en manos de los barbudos.
Lo dije hace días y lo repito. En su momento, el caso Irán-Contra hizo tambalearse a una administración, así que no podían permitirse otro patinazo de la misma índole. Pero si se te queda el material allí, ya no es culpa de nadie.Lo preocupante es que tanto desde EEUU como de la propia UE(no mentamos a turcos y qataries, que están en otro grupo) se intente “blanquear” a los estudiantes.
El solo hecho de pensarlo provoca náuseas, pero si echamos la vista atrás, descubrimos que no sería la primera vez que se pacta con el diablo. Tras el fin de la IIGM ya se hizo. A través de las Operaciones “Paperclip” e “Highump”, los servicios secretos norteamericanos se llevaron a expertos nazis a su país. Reinhard Ghelen o Von Braun son posiblemente los más conocidos. Otros criminales de guerra, fueron a parar al bando soviético o a su esfera de influencia en países de Oriente próximo. Entre ellos, el material que sacaron de los laboratorios de Breslau y sus redes de espionaje, tomaron la iniciativa con la puesta en orbita del satélite Sputnik en 1957 y los primeros misiles intercontinentales. Y es que unos y otros se dieron cuenta de un detalle :los nazis podían ser más malos que un dolor(que lo eran). Pero de armas sabían mucho. Sus proyectos en dicho campo no se desarrollaron por falta de tiempo y materias primas, si bien eran perfectamente viables, como no tardaron en demostrar.
Pues ya ven lo que pasa cuando alguien tiene interés práctico para los que manejan el cotarro. Los crímenes se olvidan y “pelillos a la mar”.
Ese riesgo, está ahora latente y presente,por más que todos sabemos como se las gasta el Talibán. Al final, resulta que son más valientes esas mujeres que se echaron a la calle en Kabul, Herat y otras localidades, que el ejército fantasma que se rindió sin plantar batalla. Y desde luego, con muchísimo más valor que los políticos que desde la insultante comodidad de sus despachos, son capaces de decir que se puede hablar con los del trapo en la cabeza.
Si no tomamos conciencia, y pronto, Roma volverá a caer. Y puede que esta vez sea la definitiva.
