¿Está la democracia en peligro?, se preguntaba hace pocos días el ex presidente de la
Xunta Fernando González Laxe, (Mundiario, 11.01.2025). En su análisis parte de que el
año pasado se celebraron elecciones en 73 países, incluidos 12 países “occidentales
desarrollados” y en estos las formaciones de centro perdieron votos porque muchos
electores se inclinaron por partidos radicales extremos, de derecha o de izquierda.
Entre esos votantes “desertores” del centro están muchos jóvenes que perciben que la
democracia no funciona con los partidos tradicionales que la encarnaron Al menos no
resuelve sus grandes problemas de empleo, la precariedad laboral y salarial y el acceso a
una vivienda para poder emanciparse y hacer realidad sus proyectos de vida.
Jóvenes y mayores de muchos ámbitos sociales, apunta el profesor Laxe, muestran un
cierto nivel de insatisfacción y descontento con el sistema democrático en su conjunto y
una decepción con el papel que juegan los políticos y los Gobiernos en su quehacer
diario. Por eso pierden apoyos.
Esta desafección y decepción con la política y los políticos se está acentuado ahora,
pero viene de viejo. Hace unos años un sondeo del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) concluía que para el 75 por cien de los españoles “los partidos
políticos no se ocupan de lo que piensa y preocupa a la gente”. Un paisano leído lo
expresaba de forma más campechana: “eles van ó seu” y lo suyo en permanecer en el
poder mandar y mantener el status que les da el escaño o el cargo.
De su forma de proceder forman parte las disputas partidarias y la crispación que lo
único que consiguen es más desafección ciudadana hacia la democracia misma y ese
desencanto con nuestro modelo de gobierno es lo más preocupante.
Cuando los ciudadanos perciben que la política se ha convertido en un juego de culpar
al contrario y de servir a intereses propios empiezan a dudar si vale la pena participar en
un sistema poco diligente en resolver sus necesidades. Ese desapego se concreta en
apatía y desinterés por los asuntos públicos que abonan el terreno para discursos
populistas o autoritarios que prometen “soluciones rápidas y milagrosas” a los
problemas, a menudo a costa de una devaluación de la democracia misma.
Llegados a este punto, los ciudadanos, frustrados, pierden confianza en todos los actores
políticos porque los gobiernos no asumen sus responsabilidades y la oposición se limita
a criticar sin ofrecer alternativas serias.
Por eso, concluye el profesor Laxe, “es preciso y urgente repensar” y resetear la
democracia ante la extrema polarización y la existencia de debates políticos cargados de
odio y faltos de soluciones. Si los partidos tradicionales quieren ser útiles, deben
analizar con detenimiento y rigor los cambios y posicionamientos de la sociedad. Para
responder a sus demandas.
“O forno de leña”. Luís Celeiro
Os daquela xeración que naceron antes dos anos sesenta do século pasado (moi lonxe e moicerca, ao mesmo tempo) lembran como se facía o pan de cada día nos fornos de leña. Decada día ou de cada mes. Lembran o pan prestado polo veciño e saben que se devolvía aococer,...