El sol acaricia suavemente los cristales de la ventana, las cortinas dejan pasar un hermoso rayo de luz, llego la hora.
La plaza del comercio, donde se celebrarán los actos conmemorativos, allí haciendo las líneas de un cuadrado el pueblo portugués espera, espera para recordar, pasan todas las fuerzas armadas mar, tierra y aire, cuerpos especiales y un largo etc, rompe el silencio cuatro aviones supersónicos, luego helicópteros y otros aviones.
Me llama intensamente la atención la juventud, cuasi imberbes, de muchos chicos y chicas en la carrera militar.
La memoria me lleva al recuerdo que era esta juventud la que dejo enterrada en las colonias los sueños y la vida que empezaba a nacer.
Al final de la comitiva, los que eran jóvenes capitanes, hoy abuelos peinando canas, tras su boina ladeada, recuerdo de una época, son vitoreados, aplaudidos con vitalidad, vi en los rostros de hombre y mujeres portuguesas la alegría, la afección a eso hombres que un día trajeron la libertad al pueblo muchos de ellos no están presentes, la ley de vida, o vidas robadas, tal es el caso del capt Salgueiro Maia, y otros.
A medio día finalizado el evento se intenta con un viejo tanque que apenas sobrevive imitar la gesta de Maia, por el Largo do Carmo, justo delante del cuartel de la guardia nacional republicana, detrás, aun hoy nos recuerda los restos del convento do Carmo el terremoto 1.755.
En el centro de la plaza una placa recuerda el evento.
Entramos en el cuartel donde un día Marcelo Caetano, el rostro de la dictadura, tuvo que rendirse, ante Salgueiro Maia y lo que representa, aceptar dejar el poder.
Estuvimos en la sala de la rendición y al fondo se puede apreciar la sala donde se ejecuta el traspaso de poderes.
La revolución de los claveles, la señora Celeste que iba para su lugar de trabajo, un restaurante llevaba, claveles frescos, un soldado le pide un pitillo, ella le da un clavel que pone en la punta de su fusil, luego otro y otros blancos y rojos, así nace la revolución incruenta de los claveles.
Pero no tan incruenta, tristemente en la calle Antonio María Cardoso, sede de la PIDE, la policía represora, disparan a la multitud, roban cuatro vidas.
Allí nos dirigimos, bajo la placa unos claveles, unos claveles para el recuerdo, la emoción me embarga, hago un descanso, en un tranvía una chica que hablaba la lengua de Shakespeare, me cede su asiento declino la invitación, doy las gracias, pienso, a pesar de mi vitalidad, no soy tan joven, eso de que los trapos y los caminos son viejos, ya, sí, pero menos.
Así pues mañana continuo con la narración, queda mucho por contar lo vivido