Tras las Elecciones gallegas, nos ven y nos analizan desde lejos, como si fuésemos una especie observable que conforma una tribu aislada aquí en el Fin del Mundo, como a unos raros “de boina y Castromil” -inolvidables-. En cierto modo lo somos. Mas, los que creen saber, obvian que los galaicos nos bastamos para el autoanálisis, para tomar decisiones maduras y genuinas. Y lo hacemos así entre nosotros, subiendo y bajando los peldaños de la escalera propia, endogámica, contándonos la vida con retranca y mucho humor inteligente.
Han ganado, ahora deberían saberlo, el Partido Popular de Galicia, con su galleguismo a pie de calle, con su enraizada implantación y su Rueda, y ha sacado un insuficiente muy buen resultado un BNG sin más estrella que la señora Pontón, con muchos votos prestados, eso sí, del socialismo desenraizado. En minúsculo ha logrado un digno resultado Democracia Ourensana. Ha ganado lo próximo y consustancial, lo idiosincrásico. Deberían saberlo ya: han triunfado los de aquí y se han despeñado en las urnas los del más allá tangible. Algunos entendieron todo y otros nada, estos últimos ni pueden, ni suman, ni tienen voz ni votos, ni nunca más los tendrán tras bajar la mareas como la de los “pellets”.
Galicia tiene una cultura política propia, prefiere conservar lo genuino, lo que reconoce, lo que le permite disfrutar en el día a día – “chova ou vente, pois a vida hai que ila virando, metendoa a bordo co que veña: peixe, a rede rota o unha boa marea”-, y evolucionando “pasiño a pasiño”, con “sentidiño”, “gañando para o sustento”. Y eso parecen no entenderlo los que, aun naciendo en Galicia, se han instalado en su extrarradio cortés -en Madrid- para aburrir a los leones del Congreso o impostar gestos aprendidos de no se sabe qué politólogo en naderías.
Y es que hay muchos que conocen Galicia en vacaciones, de los que vienen quince días antes de las elecciones, de los que se toman una mariscada y unos ribeiros del Franco, y con ello se consideran capacitados para decir conocernos y proponerles a sus clientes políticos regalarnos “espejuelos” o alguna religión de nuevo cuño ideológico, ajena por supuesto a las milenarias y arraigadas creencias de un pueblo con mucha historia. Qué sabrán ellos de priscilianismo o del milagro real de las peregrinaciones.
Los expertos hacen que sus candidatos recorran Galicia, citen a Castelao, reciten a Rosalía de Castro -no a la cantante- y se digan admiradores, como Galdós, de doña Emilia Pardo Bazán. Poco más, ah sí, que les advietten de renegar del Caudillo de Ferrol, de donde son Yolanda, Tellado y hasta el Pablo Iglesias genuino. Un safari de citas cazadas al vuelo. En lo literal les “atenazan” -casi sinónimo de “idiotizar”- y les convencen de haber visto la Santa Compaña. Y claro, les cobran como si hubiesen degustado productos de la Ría. De propina, les invitan a volver a hacer el Camino de la votaciones de Santiago dentro de cuatro años.
En tanto llega la nueva oportunidad, la tribu sigue creyendo en Santiago Apóstol, no se olvida de respetar los ritos del agua, de las piedras, de los árboles, de los bosques, de las vacas, al ritmo de gaitas y alalás, la Galicia que ha inventado la mejor retranca y, la que, en su bondad quema los malos espíritus con aguardiente, este pueblo sabio y milenario bilingüe instalado ak borde del mar, al final de un Camino de estrellas, el de la moda y los satélites -incluso en orquesta-, la que inspiró a Valle Inclán, Cela, Torrente Ballester, Alfredo Conde o a César Antonio Molina, los estudios sobre genética de Ángel Carracedo, los de tecnología de Senén Barro, los de lingüística de Darío Villanueva, los del arte de Picasso, los de los Mallo, los Granell, Laxeiro, los Lugrís, Lamazares, Barreiro, Pulido, Acisclo Manzano o Magalhaes, la turística de Amancio López Seijas, la Galicia de los poetas, de los artesanos, de los marineros, de los ganaderos, de los mariscadores, de los mejilloneros, de los viticultores, la de GADIS o Estrella de Galicia; la tierra Madre y señora cuyos habitantes lo saben decir todo callándose, y que cuando decide se expresa con rotunda claridad. El 18 de febrero lo ha hecho.
Una anécdota final, para el que quiera entender que entienda. Hace años, en la Transición, en campaña electoral, en la entonces Orense, hoy Ourense, Pío Cabanillas acompañaba a los candidatos don José Quiroga y Estanislao Reverter Sequeiros, pionero del automovilismo en Galicia y en España. Conducía Reverter camino de Verín a una velocidad endiablada, y Pío, sin inmutarse, le dijo, “Reverte, levanta el pie del acelerador, caso contrario en vez de diputado por Ourense vais a salir diputados por Zamora”. Algunos nacieron en Galicia y son parlamentarios por Madrid, sin duda se lo merecen. Nosotros, que ya hemos regresado de la luna -incluso de la sala de fiestas-, les entendemos a todos y vivimos como gallegos todos los días, es lo mejor que sabemos hacer, como muy bien dice Roberto Tojeiro.
Alberto Barciela
Periodista
“La hemeroteca y la realidad”. José Castro López
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