La vicepresidenta de Trabajo y los líderes de las dos centrales sindicales escenificaron
henchidos de gozo y orgullo el acto de la firma de la subida del 5% del Salario Mínimo
Interprofesional (SMI) que acordaron entre ellos sin discusión alguna.
Vaya por delante que nadie con un mínimo de sensibilidad social está en contra de que
los trabajadores perciban una remuneración que les proporcione a ellos y a sus familias
un nivel de vida digno. Es obligado garantizar la capacidad adquisitiva de los
asalariados frente al coste de la vida y si la subida sitúa al SMI en el 60% del salario
medio, se cumple lo dispuesto en el Comité Europeo de Derechos Sociales.
Pero un viejo dicho sentencia “el que paga manda”, que viene a significar que quien
pone los dineros “tiene algo que decir y debe ser escuchado”. Por eso, en esa foto
faltaba una de las patas de la mesa del diálogo social, la patronal que representa a los
empresarios que son los que pagan y tienen derecho a decir algo sobre los salarios y su
relación con la coyuntura de mercado, la productividad, que cayó y 7,3% en lo que va
de siglo, la repercusión en las cuotas de la Seguridad. Social… Deberían ser
escuchados y no es ejemplarizante que la ministra se ponga en modo “ordeno y mando”
e imponga a la brava esta subida salarial.
Sobre todo cuando el pacto era alcanzable: la CEOE llegaba al 3,5 % y los sindicatos
pedían el 4 %, pero ella, que no sabe lo que cuesta pagar una nómina, impuso la subida
al 5% y recogió el aplauso de los sindicatos, pero no el acuerdo de los empresarios que
no podían someterse a esta amenaza prepotente: “¡Que no quieren negociar una subida
del tres y pico…, pues como en dos días no me den una respuesta se lo subo al 5%!”.
Dicho y hecho.
Soberbia, prepotencia y hasta desprecio también se desprenden de la celebración del
líder de UGT que llamó a los empresarios “rácanos que no quieren repartir la riqueza
que se genera en este país”. Este sindicalista veterano no debería arremeter contra los
empresarios, entre otras razones porque si no hubiera empresas y empresarios él no
tendría un empleo tan cómodo y bien remunerado como el que lleva disfrutando toda la
vida.
Se atribuyen a Churchill las palabras “Muchos miran al empresario como el lobo que
hay que abatir, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran
como el caballo que tira del carro”. No es normal que lo que tienen que pagar “los que
tiran del carro” lo decidan unilateralmente quienes no han pagado una nómina en su
vida, ni saben lo que es pasar una noche sin dormir preocupados porque haya dinero en
caja para pagar a los trabajadores. Para mayor escarnio, se les llena la boca de la palabra
diálogo que no practican.
“Cultura, reconocer el éxito y administrar la posteridad”. Alberto Barciela
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