El Consello de la Xunta previo a las fiestas navideñas trajo para la ciudadanía gallega la que acaso es la más trascendente de las noticias del año, el anuncio de convocatoria de elecciones autonómicas para el 18 de febrero, lo que supone la anticipación en algunos meses de la fecha límite estatutaria.
Aunque esta anticipación era presumible en algunos foros de opinión, la fecha elegida anticipa incluso aquellas sospechas y, tanto desde un análisis de interés político como de ciudadanía, ofrece una certera imagen de oportunidad y pertinencia. Veamos.
La convocatoria se hace luego de la aprobación de los Presupuestos de la Comunidad para el ejercicio del próximo año, con lo que ello implica de garantía de continuidad en la gobernanza de la Autonomía desde ya el 1 de enero, más allá de cualquiera que sea el resultado de las urnas, al evitar el lógico vacío decisorio e inversor que supondría la elaboración de unos nuevos presupuestos a partir de la toma de posesión del nuevo presidente, allá por abril o mayo.
Convocadas tradicionalmente en la misma fecha que las autonómicas de Euskadi, esta anticipación hace prever la posibilidad de que luego de muchos años las elecciones gallegas tengan independencia informativa al no coincidir con las vascas, lo que supone acaparar todo el interés mediático para esta autonomía, sin la minusvaloración, por un lado, y la interferencia política, por el otro, que suponía siempre la buscada coincidencia electoral. Una ventaja, pues, a la hora de evaluar en solitario esas pretendidas regalías del Gobierno central, que tanto prometen y tan poco cumplen.
Esta no coincidencia electoral con Euskadi cobra especial relieve en cuanto se alejan del ruidoso y estrambótico panorama político que vive el conjunto del Estado a consecuencia precisamente de las exigencias de los nacionalismos patrios y las cesiones de Sánchez.
Para quienes siembren la duda de la dependencia del PP gallego respecto del nacional, la convocatoria de las elecciones gallegas en febrero se antoja incluso como la fecha menos idónea para el conjunto del partido, acaso más favorable a la celebración de estos comicios tras la que se intuye gravosa carga electoral que la aprobación de la Ley de la Amnistía representará para el socialismo en particular y la izquierda en general, al igual que favorable resultarían las elecciones gallegas luego de las europeas, por el que se presupone viento a favor de los más que halagüeños resultados que se prevén para la formación de Feijóo. En suma, una convocatoria que acentúa la autonomía del propio partido en Galicia.
Como no podía ser de otra forma, al menos en su obligada exteriorización, la oposición se felicita de esta anticipación en algunos meses de los comicios gallegos. Algo comprensible en el caso del nacionalismo del BNG en sus desenfrenadas ansias por hacerse con la Xunta -campaña que en consecuencia será, y lo está siendo ya, de cariz más presidencialista que parlamentario como debiera corresponder-. En el caso del candidato socialista, trasmutado ahora en un locuaz Delegado del Gobierno virtual -provechando la propia infraestructura gubernamental- con promesas que acaso olvidó explicitar cuando realmente tenía la ocasión de hacerlo desde su fugaz cargo, se explicaría la euforia evidenciada tras la convocatoria electoral para no tener que cargar aún más en su pesada alforja de incumplimientos de Madrid los sucesivos anuncios que un día y otro se van sucediendo sobre lo prometido tantas veces y que otras tantas motivó los conocidos “cambios de opinión” del líder Sánchez: léase enlace con Portugal, trenes Avril, corredor Atlántico, transferencia AP-9, Autovía Lugo-Santiago, corredor de hidrógeno, fondos Netx Generation, deficiencias en la red ferroviaria, deplorable estado de las autovías con Madrid, la supresión de los cinco parques eólicos para alimentar Alcoa… De todo ello tendrá que responder en la campaña ¿no?.
La celeridad –digámoslo por fin en tono jocoso- que la tan cercana convocatoria electoral representa para la formación de candidaturas nos evita, en fin, las interminables idas y venidas, propuestas y contrapuestas, ocurrencias y dislates de esas minoritarias fuerzas de izquierda –Sumar, Izquierda Unida, Podemos, Anova…- que tanto papel periodístico derrochan como milagros ecológicos anuncian. Es lo que ganamos.