Cuando joven universitaria, soñabas un día visitar Florencia, embriagarte de su arte.
Surgió lo que para ti era el amor, ello te hizo cambiar de carril en la vida, pronto la preñez, y mas tarde cuidar los campos, ya no como tus abuelos, ellos con viejos bueyes, tú ya mecanizada, automatizada.
Como automatizada a veces pensabas estabas viviendo el amor.
¿comparar?, para comparar hay que tener referencias, y tú no tenias referencias, tu vida era trabajo y fidelidad, , a cambio eras la señora de la casa, eras la reina de una reino huérfano, no lo sabias, hasta que apareció él.
Te hablo de Florencia, de París, ciudad de la luz, te hablo de más allá del Atlántico, te expuso otro mundo desconocido, te propuso conocer lo desconocido.
Te dormiste en sus palabras, te beso, como nunca nadie te había besado, saboreaste su epidermis color y sabor canela.
Cerraste los ojos y te dejaste llevar, sentiste un cierto dolor, un dolor que arde, al despertar te diste cuenta que un amor encarcelado no es amor, el amor no puede subsistir en una prisión, aunque sea la prisión de tu alma.
ÉL te ofrece un mundo nuevo, un mundo desconocido, tal vez cumplir tus sueños de juventud.
Él reconoce su culpabilidad, culpable de haber despertado un corazón dormido, te ofrece la mano, y dice crucemos el río, nada te prometo solo amarte todos los días de mi existencia, mientras ella exista.
Prometo cada amanecer diferente al otro.
Los pechos sirven para amamantar a los recién nacidos, “también para calmar la sed”.
Él habitó dentro de ella, como nunca, solo su esposo, lo había sentido.
Cierra los ojos, piensa en las gentes de la aldea en su querido esposo, buen hombre, en sus amados hijos, no puede traicionar lo que más ama.
Viene a su mente Carmen, abandona el país, la familia, para unirse al anticuario, que le llevaba 22 años, ella un alma inquieta encontró la paz, el equilibrio en los brazos del anticuario, él la hizo madre, madre feliz.
Fuero 10 años de vivir, una cosa es pasar de puntillas por la vida, sin pisar el suelo, otra es vividla, morderla, gozarla, embriagarse de vivir.
Pero ella no era Carmen, sus hijos, su buen esposo no merecían el abandono, en la otra cara de la moneda, habita el tedio, huérfana de felicidad, felicidad de la aromática, él le había hecho, sonreír y reír cono nadie en la vida.
A su lado ella era como una margarita al amanecer cuando la besa el sol.
Ella se pregunta, para que despertar un corazón dormido.
Llega la familia, les besa, le sirve la comida a la mesa, y mañana otro día de un sin vivir, pero él y los niños serán felices, ella una margarita que se consume, quisiera gritar, pero guarda silencio, ellos piensan que ella es feliz, nadie más calmara la sed en sus pechos, sus pechos de fértil mujer.