“La ciudad y sus retos”. José Antonio Constenla

Tras las elecciones municipales lo que toca ahora a los responsables es ponerse a gestionar sus ciudades, pero esto no es fácil en tiempos de transición e incertidumbre como los actuales. Teniendo en cuenta que no podemos saber cómo serán las ciudades a largo plazo, los poderes públicos lo que deben prever es cómo quieren que sean: tener claro qué proteger, cómo debe ser el urbanismo, la gestión de las relaciones sociales y económicas…
Las urbes, como los sueños, están cimentadas de pretensiones y recelos aunque el desarrollo de su argumento esté escrito con enigmas, perspectivas ilusorias y todo elemento esconda a otro. Parafraseo a Italo Calvino para plantear que los retos de las ciudades serán los mismos que hasta ahora, pero magnificados (transporte, movilidad, gestión de residuos…), a los que se añaden otros nuevos como la innovación, sostenibilidad o gobierno abierto.
Atender estos objetivos estratégicos, obligará a buscar nuevas formas de financiación: fondos de entidades multilaterales; modelos de participación público-privados; creación de consorcios y cooperación versus competición. La apuesta por la sostenibilidad y la “liveability” es cada vez más una necesidad y no una opción. Este concepto incluye diferentes aspectos relacionados con la calidad de vida de una comunidad: entornos naturales, prosperidad económica, estabilidad social, oportunidades culturales, de ocio y educativas.
Es preciso incentivar los desplazamientos a pie y el uso de la bicicleta y el transporte público. Las ciudades españolas si reflexionarán sobre en qué han convertido su espacio público, llegarían a la conclusión de que se lo han entregado a los coches, por eso su reto ahora es “desautoxicarse” y equilibrar el porcentaje de espacio público dedicado a la movilidad y al juego de sus niños, al paseo de sus mayores o al ocio de los vecinos.
Richard Sennett plantea otro tema interesante, la tensión entre la ciudad física o construida (la ville) y la ciudad vivida (la cité). Por un lado, los edificios, calles y plazas; por otro, cómo vivir ahí. Lo que está en juego es la capacidad de que lo “construido” sea “habitado”, porque la ciudad requiere vivirse y sentirse. En relación con esto surge la revolución para la movilidad, de las ciudades “15 minutos” (acceso a todos los servicios en ese tiempo a pie o en bicicleta). En lugar de ciudades con zonas diferenciadas para vivir, socializar y trabajar, se concibe el centro urbano como un tapiz de barrios donde coexisten las tres funciones. Los edificios en desuso se convierten en espacios co-working. Los colegios abren los fines de semana para actividades culturales. Los pabellones deportivos de día, son lugares de conciertos de noche.
En resumen, plantear una visión transformadora e integral de la ciudad, supone centrarse en el ciudadano como objetivo final y agente impulsor de esta transformación. Así, la ciudad debe ser: Eficiente, comprometida y sostenible en sus ámbitos económico, social y medio ambiental. Participativa, abierta, transparente en su gestión. Innovadora, capaz de repensar los modelos tradicionales de prestación de servicios y las estructuras de ciudad. Digital e interconectada. Y desde luego, orientada a la mejora continua de sus parámetros de sostenibilidad, eficiencia y bienestar.