Recién terminada la Peregrinación Europea de Jóvenes (PEJ) celebrada en Santiago, lo primero que pienso es la esperanza que me suscita ver una Iglesia joven, llena de alegría y esperanza, que reunida en torno a la tumba del Apóstol Santiago, materializa aquellas palabras de San Juan Pablo II: “Europa
entera se ha encontrado a sí misma alrededor de la «memoria» de Santiago”.
Sin duda han sido unas jornadas inolvidables donde se han abierto puertas y caminos de futuro, que ya son presente. Estoy persuadido de que Dios ha derramado abundantemente su gracia y sus múltiples dones, no sólo sobre los que han participado más directamente, sino también sobre todos los que de un
modo u otro hemos tenido la oportunidad de relacionarnos con ellos.
Algunos se preguntan el porqué de la PEJ, incluso para otros la contemplación de jóvenes con banderas, que cantan y viven con alegría su fe en público y que hacen aquello para lo que nació nuestra ciudad, peregrinar al sepulcro del Apóstol, es un espectáculo intolerable. Pero en definitiva, ha sido una apuesta
firme y necesaria, por hacer a los jóvenes de hoy un planteamiento valiente y exigente de generosidad y entrega a los demás.
Los jóvenes viven inmersos en una cultura y en un ambiente que no les favorece, sino todo lo contrario: relativismo, quiebra moral, vivir sin Dios, hedonismo, hipersensualidad, goce efímero… Las nuevas y potentes ideologías tan insidiosas como destructivas que les rodean, buscan apoderarse de sus conciencias queriendo que vivan en un mundo “líquido”, sin certezas y privados de puntos de referencia en los que basarse para construir su vida. En definitiva, se les quiere tranquilizar y adormecer para que no hagan ruido, para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen. A
pesar de todo esto, ellos están dispuestos a asumir la dificultades y gritar que quieren ser más, mejores, y la esperanza de la humanidad.
En este empeño la Iglesia no los deja solos y refuerza su compromiso para formarlos y acompañarlos en su proceso vital de maduración y aprendizaje.
Así, estos días, les ha recordado todo el bien que pueden hacer dando lo mejor de cada uno, al tiempo que estudian o trabajan. Además, ha pretendido también despertar sus inquietudes dormidas para que se enamoren de la vida y pongan su talento al servicio de la sociedad y hacer posible un mundo más
justo.
Muchos de los participantes en la PEJ son héroes desconocidos que de manera callada y oculta sostienen la sociedad con sus obras, sus sacrificios diarios y su ejemplo. Este encuentro de oración, testimonio y diálogo ha demostrado, yo así lo creo, que todos ellos son una ventana a través de la cual se hace presente el futuro.
“Votar e rebotar”. Xulio Xiz
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