“Fabula, las dos jarras de agua”. Manuel Dominguez III

Una creación propia

En una larga mesa como esa, similar a las que utiliza Putin para despreciar a sus interlocutores, había dos jarras de agua, cada una en su esquina.

Una jarra estaba orgullosamente triste y presumida de la cantidad de agua que tenía.

Nadie la tomaba, nadie la tocaba, nadie bebía de su agua, solo silencio, solo el silencio era su compañía, porque ella quería, no quería repartir parte de su fresca agua.

Mientras la otra jarra pasaba de mano en mano, todos sonreían y calmaban su sed en el agua que ella tenía, la tocaban con suavidad, todos valoraban la clase de cristal de la que estaba formada, así de mano en mano, de vaso en vaso todos apreciaban sus cualidades.

Pasaba el tiempo, que era cantado por un gran reloj de pared, la hora en punto, los cuartos y las medias.

La jarra empática, se volvía a llenar de agua fresca, recién quitada del pozo.

La otra jarra, ya solo contenía agua caliente, que ni las moscan visitaban. Los rayos de sol que entraban por la ventana sin permiso, robaron la frescura del agua

Ella maldecía su soledad, y envidiaba lo solicitada que estaba la otra jarra, no entendía en su egoísmo enfermizo, no entendía que si no compartía, solo le esperaba eso, la soledad y el olvido.

A la jarra egoísta, solo le esperaba, la soledad y la perdida de valor de su agua, allí en una esquina, olvidada, y solitaria tendría su futuro, mientras que la jarra amiga, se sentía viva y necesitada y feliz de poder servir agua fresca a los comensales.

Ahora ustedes pongan nombre a cada una de las jarras