
Hoy les quiero contar la historia de esta medalla. Corría el año 1985 y faltaban unos meses para que cumpliera los quince. En plenas vacaciones de Semana Santa se celebraron los campeonatos regionales. Una especie de Olimpiada interclubs que solía tener sede en la localidad de Sada. En aquella ocasión, a causa de unas intempestivas obras,las instalaciones estaban fuera de servicio,así que nos mandaron a todos a Ferrol,donde los militares cedieron gustosamente sus pistas.
Era la primera,y creo única,vez que anduve por esa zona. Al poco de llegar,y como aún no era hora de ir al lugar de concentración,paramos en un bar. Ponían el partido del Madrid contra la Zibona de Zagreb,y como si fuera un presagio de lo que estaba por venir, los hermanos Petrovic le hicieron el enésimo roto a los blancos. Pues nada. Acabó el choque,nos llevaron al alojamiento y a entrenar. Asi fueron pasando los días, entre competiciones y convivencia,hasta que llegaron las jornadas de atletismo. Aunque me veía apto para otras disciplinas, el entrenador lo tiene claro. Nada de diversificar. Te centras en peso. Y ahí voy yo, con mi estilo rudimentario( hoy dirían ecléptico), al círculo. Primer lanzamiento. Un desastre. Llega el segundo, y sin saber muy bien cómo, mando la bola a una distancia más que considerable. Veo a los jueces medir y hacer el caracteristico aleteo de mano. Uno de los coordinadores de mi club se acerca y me da la enhorabuena. El oro es nuestro…Ah, pero ya se darían cuenta de que el color no coincide con el metal de la foto(y no es problema de filtro ni de decoloración por paso del tiempo). Resulta que se hace otro corro y tras varias deliberaciones, de repente le quitan diez centímetros a mi lanzamiento, cosa que al momento pone en cabeza al atleta local. Pues ni los del equipo ni nadie reclama. Se ve que los jueces tienen más nombre que conciencia. El entrenador vuelve y me dice: una plata está muy bien. Y cierto que lo está…pero no deja de ser un robo. Pasaron casi veintisiete años. En ellos ha pasado de todo. Alegrías y sinsabores. Momentos muy gratos y otros en los que reviví esa sensación de que te birlan el triunfo delante de los morros de forma más que sospechosa. Pero así es la vida.
Por eso mismo, me hago a la idea de lo que en este momento deben estar pensando nuestras “meiguiñas” cantoras. Ahora bien, si algo debe quedar claro es que no importan los obstáculos que encuentres. El talento, por una vía u otra, siempre prevalece.