“Afganistán, entrega veintitrés”. Jacobo Otero Moraña

15 Setembro 2021

Hoy sin ningún tipo de dudas, escribo el artículo más duro y polémico de la serie. Mi intención es la de siempre :agitar conciencias y hacerles pensar. Pero tal vez haya quien lo considere un mensaje de odio. Veremos si cualquier lector o la administración de la Red deciden denunciarlo. A la espera de que no sea así, voy con la exposición.

Hay quien desde el inicio de esta crisis, carga a todas horas contra la administración que dirige el presidente Biden. Entiendo parte de dicho enfado, y como lo sucedido aúna sentimientos de frustración e impotencia. Pero no seríamos justos si centramos las críticas en una única cabeza. Y quede clara una cosa. Para nada le exonero de responsabilidad ni pretendo hacer de “abogado del diablo”. Washington está muy lejos de Kabul en todos los aspectos:física, geografica, cultural y emocionalmente. Pero no es menos cierto que la maquinaria de los servicios de inteligencia y del Departamento de Estado, llevaban casi veinte años sobre el terreno (sin contar la etapa de apoyo a los muyahidin durante la lucha contra el ocupante soviético). Uno puede pensar, desde su cómodo despacho, que los informes presentados por sus “superespías” son perfectos . Pero con una dilatada experiencia en el ruedo político (y Biden la tiene), sabes que los James Bond y Jack Ryan son sólo personajes de ficción. La realidad es otra cosa. Cruda y cruel. No sólo eso. Se empecina en superar lo que conciba la mente más perversa y retorcida. Por ello debería percibir indicios que de inmediato retrotraen a otras catástrofes muy similares. Hay quien dice que al actual mandatario norteamericano le pasa factura lo que él le hizo en su día al difunto presidente Ford durante la evacuación de Saigon. Creamos o no en el “karma”, lo ocurrido en 1975 tiene su paralelismo con el episodio actual. En cualquier caso, si otro presidente se vio salpicado por un episodio que le hizo perder las elecciones y el sillón, fue Carter. Tras su éxito en aquella cumbre de Camp David que dio pie al acuerdo de paz entre egipcios e israelíes, todo parecía bien encarrilado. Pero el estallido de la revolución en Irán, se llevó por la borda imagen y esfuerzo. Carter tampoco supo leer los marcadores, y el, que había sido militar antes que empresario y político, debía haber captado algo. O su instinto dejaba mucho que desear(que puede ser), o al igual que otras autoridades, firma lo que ponen sobre su mesa sin mirar. Pues luego no nos quejemos del resultado nefasto.Y aún así, ni Biden ni Carter se llevan la palma a nivel de “inaptitud”. Tampoco el segundo mandato de Eisenhower, donde dilapidó a marchas forzadas lo conseguido en el primero. Menos aún el malogrado JFK, a quien no contentos con matar, destruyeron también en su honorabilidad . Y menos esos dos personajes sibilinos, cada cual en su estilo, que fueron Johnson y Nixon.

El protagonista indiscutible es Harry Truman. El hombre que movía los hilos en la sombra hasta que la muerte repentina de Roosevelt le catapulta a primera línea. Ya en el cargo, hizo gala de su constante juego de cintura. Jamás se comprometía con nada ni con nadie, pero de manera incomprensible, atrapó a la nación con su magnetismo y los votantes le regalaron un segundo mandato. Fue durante este cuando llegan los momentos de la verdad:Primera guerra árabe-israelí, bloqueo de Berlín, guerra civil en China y conflicto de Corea.

Estados Unidos, que una vez finalizadas las hostilidades con Japón, decreta una drástica desmovilización, ve como las diferencias con el bloque soviético pasan de tensas a irreconciliables. El poder disuasorio de las bombas A no parece suficiente, más cuando en agosto del 49, los soviets consiguen detonar la suya.

En dicha tesitura, lo ocurrido en la península coreana puede llevarnos a pensar que tal vez el “viejo Harry” obró bien tirando de su proverbial mesura, pero no. MacArthur, que algo sabía de como se las gastan en dichas latitudes, ya obró un milagro con el desembarco en Inchon. Más aún, cuando la ofensiva de EEUU y las fuerzas de la ONU lleva a los Aliados hasta el límite del río Yalu. Pero ahí Stalin mueve ficha y se cobra la deuda con Mao. A fin de cuentas, ambos son los líderes de ese comunismo que se extiende desde el Elba a Vladivostok pasando por Beijing. Implicar a unidades rusas hubiera supuesto de inmediato el inicio de una tercera guerra mundial cuando aún humeaban los restos de la segunda. Pero lo de China, cuyo régimen seguía sin ser reconocido por Naciones Unidas, dejaba un limbo. Curioso que precisamente EEUU consiga que se apruebe la resolución de condena a la agresión norcoreana en la ONU y la creación del contingente internacional gracias a la falta de veto de la URSS, cuyo embajador se hallaba ausente en protesta por mantenerse a la China de Chian Kai Chek como la única con representación legal.

Sea como fuere. El contraataque combinado del ELP y las fuerzas comunistas de Corea del Norte vuelve a traspasar la frontera del paralelo 38.Ante esto, Douglas MacArthur lo tuvo claro. Corre el año 1951 y no desea que el conflicto se enquiste derivando en una escalada incontrolable. Propone entonces su plan maestro, que implica bombardear las bases chinas en Manchuria con armas atómicas. La proporción es clara. 30 artefactos serán suficientes. El Estado Mayor parece conforme, pero es necesario que el presidente, como comandante en jefe, rubrique la orden.

No sabemos si Truman tuvo entonces un ataque de flojedad intestinal, si vio un peligro insalvable en el hecho de que Port Arthur y Dairen siguieran bajo hegemonía rusa, o si hubo otro motivo. El caso es que en vez de dar su visto bueno, destituye al general. Resultado:las hostilidades prosiguieron durante dos años más y aún hoy lo único que se firmó entre los contendientes es un armisticio, no un tratado de paz. Los incidentes, a pesar de los cuatro kilómetros de tierra de nadie, han sido constantes, y en estos años, la dictadura norcoreana, además de afianzarse, se ha hecho con armamento nuclear. En dicho conflicto, perdieron la vida casi un millón y medio de personas, y todo para nada.Pues tal como admitía MacArthur en una entrevista posterior a su cese, de haberse llevado a cabo su propuesta, no sólo habría ganado la guerra, sino que el número de víctimas (civiles y militares) hubiera sido mucho menor. Quien opine que el uso de armas atómicas hubiera provocado la respuesta de la URSS en igual medida, comete un error. Los rusos afirmaban entonces contar con dieciséis de estas bombas. La cifra no sólo parece exagerada, sino que es muy posible que no todas estuvieran operativas. Y es que en dos años, resulta casi imposible(con los medios de la época) llegar a dicha cantidad. Conclusión. La de Corea bien pudo ser la última guerra de la humanidad. Una de la que hubiera surgido otro tipo de mundo, donde la confrontación entre bloques habría desaparecido, pudiendo invertirse esfuerzos y capitales en otro tipo de menesteres. Sin embargo, la falta de determinación de un individuo marcó el curso de los acontecimientos y de la Historia reciente.

Hoy China no tendría por qué ser una potencia hostil, como no lo son Japón o Taiwán, y seguramente nadie vería con malos ojos ni la multiculturalidad ni las verdaderas alianzas de civilizaciones. Tampoco harían falta gendarmes internacionales porque la ONU no habría perdido ni pervertido su esencia.

Problemas como el de la descolonización se habrían abordado de una forma racional y equilibrada en vez de a través de la política de bloques que se vivió durante toda la guerra fría.

Llámenme ingenuo si quieren(o bestia, si les parece que mi actitud es violenta). Pero no olviden las cifras de muertos que han dejado todos esos conflictos posteriores a la IIGM, desde Corea a Kosovo(sin contar los que siguen activos). Y no olviden tampoco una estimación del Alto Mando soviético tras el éxito de los cohetes que pusieron el orbita el satélite Sputnik. Kruschev quiso saber la proporción de muertos si decidían atacar a la OTAN. Sus generales creían que aún cumpliendo todos los objetivos, la reacción provocaría otros veinte millones de víctimas, idéntico a lo ocurrido durante la guerra con los nazis. Pues a todos le pareció una cifra aceptable.Por fortuna, el ataque jamás se produjo. Hoy, los más optimistas consideran que una guerra a gran escala provocaría entre trescientos y quinientos millones de muertos. Sólo de pensarlo, pone los pelos de punta.

Seguro que Harry S. Truman no pensó en ello cuando cesó a MacArthur, pero nosotros deberíamos hacerlo.

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