
No era un día máis
Yo le vi triste, bajo un árbol, a la sombra que este le regalaba.
Hacia calor, mucho calor, le compre un helado de hielo, se lo pase por la boca y lo disfrutaba.
Le pregunte que se volviera conmigo, no quiso, digo que sus amigos volverían por él como muchas otros días.
Tenían la costumbre en esa gasolinera, estirar las piernas, dar un paseo por el pequeño rio, o regato, jugar y todos juntos otra vez.
El chico, empleado de la gasolinera me dijo que paso esta noche ahí, en la espera del que no llega.
No entendía lo que pasaba, no lo comprendía, era un día diferente a todos, pero él seguía en la espera, no podía entender otra cosa, lo que marcaba más la ausencia, era la falta de los niños, sus fieles amigos.
No comprendía que tal vez era la respuesta a un capricho, un regalo más.
Solo que ese regalo navideño, ni era muñeca ni un tren a pilas, era un trozo de vida.
Era un ser lleno de sentimientos, de amor, un ser que es fuente de alegría, que ante la necesidad no pide, aguanta, soporta, un ser de luz, que estaría dispuesto dar la vida por ti.
Me senté junta a él, o era ella, no sé.
Él no comprendía que hay seres humanos, que solo son seres.
Me hizo recordar a mis dos perros el Shannon y el Negro, si la vida fuese justa, yo quisiera con todas mis fuerzas que existiera el cielo y el infierno, el infierno para ver a estos crueles asesinos de niños, a los que bombardean, escuelas y hospitales, los que le niegan el agua y la sal, verlos consumir en el infierno, y cielo para que un día pudiera entre otros jugar con mis dos perros el Shannon y el Negro.
Y ese perrito de la gasolinera, sigue esperando por sus dueños, sin saber que fue flor de un día, no entiende el abandono, si se puede abandonar a un padre o una abuela, en el cerebro perruno, ese razonamiento no entra.
Si no hay un cielo para los perros, tampoco habrá cielo para mi