Cuando alguien vive muy bien, con buenos sueldos y excelentes trabajos se permite el atrevimiento de dar consejos a
los demás mortales que sufren las consecuencias de la precariedad laboral, de las bajas retribuciones salariales o de las excesivas
jornadas de trabajo.
Escuchar hablar, a algunos representantes empresariales o gobernantes, sobre los perjuicios que supone, para la economía
del país, el incremento del salario mínimo interprofesional o sobre la reducción de la jornada laboral, nos averguenza como sociedad avanzada, máxime teniendo en cuenta la hipocresía de los que lanzan públicamente estas barbaridades.
Evidentemente, esos representantes empresariales no perciben el salario mínimo sino más de cuarenta veces el importe del
mismo. Con esos dirigentes políticos ocurre lo mismo, cobran más de 80 u 90.000 euros anuales, además de las dietas
correspondientes e inherentes a sus cargos. Así cualquiera se pone a decir gilipolleces.
En realidad, hay que recordar que una gran cantidad de trabajadores ya perciben sus retribuciones por encima del SMI, de
acuerdo con las tablas salariales de sus respectivos convenios colectivos y la jornada laboral en algunas actividades ya son de 35
o 37 horas semanales, desde hace años. Lo que se trata es simplemente de dignificar la vida del resto de trabajadores que
también tienen el derecho a una mínima dignidad.
“Cultura, reconocer el éxito y administrar la posteridad”. Alberto Barciela
En la intimidad del coche, en el que sería nuestro último paseo, entre el Pazo Quinteiro da Cruz de la familia Piñeiro, en Ribadumia, allá por el bello Salnés, y O Milladoiro, en Santiago de Compostela, Nélida Piñón, con su dulce acento brasileiro me preguntó de...