“¡Cómo me gusta el verano!”. José Antonio Constenla

14 Agosto 2023

El verano avanza y si bien muchos ya se han ido de vacaciones otros todavía las esperan, aunque seguro que incluso estos no desaprovechan, este tiempo que invita a estar al aire libre, durante la semana o el fin de semana, en la playa, en la piscina, o donde sea, para disfrutar de la compañía de amigos, de los de siempre o de los que no solemos ver y que ahora vienen, o de la familia.
O incluso para estar solos y desconectar un poco de todo y de todos, buscar un poco de sosiego, de silencio, de paz.
Ninguna estación del año flirtea con la memoria como el verano, ninguna conserva los tintes azules de los días en los que nada ni nadie nos faltaba. Una etapa en la que el tiempo pasa despacio, alegre, como dejándose querer y nos empuja aún más a salir para disfrutar de los largos días y las templadas noches. Todo con sensación de libertad, de fluidez, de estar flotando hacía donde la vida te lleva.
Las personas somos historias, somos lo que vivimos y aprendemos y de manera especial el verano es un buen momento para disfrutar de muchas buenas vivencias. Es aliado de la infancia, como los helados, las bicicletas, las golosinas, el cine. Es el tiempo que pasamos con los abuelos, con los primos y los padres. Son las aventuras con la pandilla en la playa o en la piscina. Son los hombros quemados, las tardes eternas, o las picaduras de mosquitos. Los bañadores tendidos, el olor de la crema protectora, o la hora de la siesta con el Tour de Francia que siempre ganaba el mismo. Es también tiempo de nuevos amores, de rupturas, de amistades conocidas y otras por conocer. De reencuentros, de visitas, de salitre y agua, de montaña y campo. Hora de calmar nuestras mentes y darle un merecido descanso a nuestro cuerpo.
En estos días, es inevitable también recordar con emoción, las historias que vivimos de pequeños. Aquellos días calurosos, llenos de fantasía y aventuras, donde prácticamente todo era posible. Aquellos meses libres de imposiciones y horarios, y donde sólo había una premisa: ¡libertad para disfrutar!
Me encanta el verano, y sus historias, pero también, inevitablemente, me recuerda que nos hemos hecho mayores y que ya resulta más difícil volver a esos veranos de la infancia, que tanto nos marcaron. Lo que sí podemos hacer es contribuir a que nuestros hijos y sobrinos construyan sus recuerdos eternos e inolvidables.
Las mejores historias tienen lugar en verano, por eso este es el tiempo idóneo para, aprovechando las últimas horas de la tarde, organizar tertulias y contraprogramar a la televisión en ese momento del día en el que ha establecido su imperio incontestable. Estos no sólo son momentos para el debate los son también para encontrarse con el otro y construir una relación sustentada en el aprecio mutuo y en el reconocimiento de una convergencia de valores que mitiga desencuentros y ayuda a relativizar las discrepancias.

Este tiempo libre es también una oportunidad ideal para ponerse al día con lecturas pendientes y engancharse a nuevas historias para viajar a cualquier lugar del mundo que sea posible describir con palabras.
En resumen, el verano personifica la alegría, la nostalgia y el placer de vivir, representa por tanto todo aquello por lo que se lucha en los oscuros meses de invierno. Que su magia nos acompañe todo el año ya sólo depende de nosotros.

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