Adoro la figura histórica de Alejandro Magno, cosa muy poco original pero inevitable si se cruza en tu camino. No disertaré aquí sobre las grandes hazañas del macedonio, bastante les voy a romper la cabeza ya, únicamente les contaré lo que se dice que sucedió en su lecho de muerte.
Mientras Alejandro agonizaba a causa de las múltiples heridas de otras tantas múltiples batallas y, probablemente, un buen chupito de veneno para asegurar el deceso, la mayoría de sus generales estaban reunidos en torno a él y, viendo que el emperador estaba a punto de cruzar la laguna Estigia, le rogaban que designase un sucesor:
“¿A quien eliges, señor?” preguntaban desesperados.
Lo que el gran Alejandro respondió con dificultad en su último estertor nunca quedó claro. Unos dicen que dijo KrÁt´eroi, que significa el más fuerte, y otros KratÉ´roi, que quiere decir “a Crátero”. Como pueden observar, la única diferencia entre ambas palabras es una diminuta tilde y parece mentira que ese signo ortográfico, al que tan poco respeto le tengo, haya cambiado por completo el curso de la historia.
En realidad, es casi seguro que el emperador hubiese elegido a Crátero, al fin y al cabo era el comandante que más tropas dirigía en su ejército, pero el bueno de Crátero no se hallaba presente en ese último suspiro por eso, curiosamente, el resto de los generales aseguraron escuchar con perfecta claridad “al más fuerte”. En cierto modo, Crátero fue uno de los primeros hombres reconocidos por la historia como víctima de una Fake News. Este engaño premeditado llevó en poco tiempo a la guerra y la desintegración del imperio en varios reinos distintos.
Si comienzo con esta anécdota histórica es para poner en relieve la importancia de las palabras, de su uso y su significado y del enorme peligro que entraña usarlas a la ligera o en beneficio propio. Como bien saben los lectores de Spiderman “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y es algo que ya poca gente de los grandes medios de comunicación tiene presente o simplemente prefiere obviar para poder convivir en armonía entre su conciencia y su bolsillo.
Hace ya muchas décadas que los grandes poderes económicos descubrieron la capacidad para manipular o dirigir a la opinión pública en una u otra dirección a través de las palabras, en el amplio abanico que abarca actualmente el cuarto poder. Esa tentadora posibilidad de crear necesidades, preocupaciones o estados de ánimo globales a partir de hechos puntuales poco relevantes (y en ocasiones directamente falsos) ha pasado de ser una opción poco ética a ser una norma en vigor. Humildemente, les pongo un ejemplo cualquiera de como se alarma a la población a un nivel tan amateur que hasta causa sonrojo: los okupas. Conste que los hay mucho más siniestros y elaborados, pero vamos a ello.
La ocupación de viviendas es un conflicto que existe desde que el hombre dejó de vivir bajo las estrellas. Si salías de la caverna a cazar, a la vuelta ya tenías a todo un clan pintando en las paredes de lo que había sido tu morada, así que o te ibas o te liabas a pedradas . Naturalmente hemos avanzado como sociedad y ahora tenemos propiedad privada… y compañías de alarmas y seguridad. Estas compañías se gastan un buen dinero anunciándose a todas horas en las cadenas que nos dan las noticias y, por ende, esas mismas cadenas se encargan de hacer importante en sus boletines algo que en realidad no lo es tanto como noticia de máximo alcance a nivel nacional, o al menos no como pretenden hacer creer. A más alarma general, más anuncios en los boletines. Y lo peor de todo es que no parecen tener demasiados escrúpulos en teñir la noticia con racismo o aporofobia si fuera menester. Es obvio que para quien le toca que le ocupen la casa (que por cierto, generalmente es de un banco, otros grandes anunciantes) el problema es importante, pero de dimensiones exageradas, desde mi punto de vista, para el conjunto de la sociedad. Mas cuando algo relativamente banal puede dar dinero, hay que engordarlo del modo que sea hasta darle una forma suficientemente dramática y grandilocuente.
En ocasiones hay suerte y, entre crear necesidad y alarma, se cuela alguna noticia con cierta trascendencia, mas por el interés en subir la audiencia que por vergüenza torera; ya lo dijo Shakespeare en el Mercader de Venecia: “el diablo puede citar las escrituras para su propósito”.
Y es que los creadores de opinión de las grandes empresas no se llaman así por casualidad; cuando alguien se separa del camino de baldosas amarillas, los medios a su servicio atacan con la fiereza de un hipopótamo que defiende su charca para volver a parte de la opinión pública contra él. El bombardeo masivo, especialmente al sector poblacional más vulnerable a los medios tradicionales, no tiene descanso ni misericordia. De repente te encuentras con un montón de gente de todo estrato social que odia a tal o cual persona, o está muy preocupada por un tema en concreto. Verán a clases altas manifestándose a sartenazos; verán incluso a obreros criminalizando a otros pobres y adorando a ricos mas allá de las puertas de Tannhäuser. Si les preguntan, probablemente muchos de ellos no sabrán darles una razón convincente mas allá de un mantra que les suena, pero lo harán con la convicción férrea de quien está convencido de que la razón está de su lado y los demás son unos borregos.
Me permito un giro de timón y les pongo otro ejemplo antes de acabar; juro solemnemente que es verídico. Esta misma semana, en Gijón, un compañero de trabajo me aseguró con enorme vehemencia que el Ministerio de Igualdad tenía el mismo presupuesto anual que el de Sanidad. Mi compañero Juan se habría apostado su nómina de lo seguro que estaba, lo había visto en un sitio muy fiable. Probablemente un pantallazo de cualquier Nosequé Digital, si me permiten el menosprecio.Y no es que yo sea un lumbreras ni que Juan sea tonto, pero ahí le quedo esa desinformación enquistada. Simplemente bastó un vistazo rápido en el señor Google a los presupuestos del 2022 para desmentirlo: Igualdad 537 millones; Sanidad 7.049 millones. La verdad es que quedó bastante confuso, pero se rehízo enseguida y me aseguró que seguía siendo demasiado para un Ministerio que, según sus informaciones, sólo hacía anuncios. En ese punto dejé de discutir;estoy exento de complejos masculinos en este punto y hace tiempo ya que decidí no entrar en conflicto con alguien que aprecio por temas que desconozco, aunque en ocasiones recaigo. Aun así buscamos el presupuesto de educación para comparar: 5.023 millones y después el de Defensa, que ese sí que nos dejó alucinados: 12.827 millones de euros. Ese no le resultó excesivo, pero en este apartado les voy a dejar las conclusiones a ustedes, que a mí me da la risa.
Resumiendo, es un poco más incómodo, sí, pero si optan por el poco saludable ejercicio de informarse, o defender una causa, mejor háganlo buscando las fuentes más sólidas posibles si pretenden ser creíbles y tener argumentos que se sostengan ante los ataques, (aunque en este punto tampoco soy capaz de decirles qué fuentes son fiables o, incluso, si hay alguna). Cuidado con los cantos de sirena, por afines que sean, porque los pueden poner en evidencia a la primera de cambio y más cuidado todavía con los mesías, que abundan más que nunca, algunos son convincentes y no buscan precisamente su salvación. Sean escépticos: recuerden que la verdad no existe.
Si aun así deciden querer tener una opinión, aquí tienen a su Sospechoso, que continuará confundido por el ruido pero incorruptible… al menos hasta que llegue un buen pagador.
Suspiren.