“Afganistán, entrega veintiuna”. Jacobo Otero Moraña

Hoy es inevitable seguir con los paralelismos. El número de artículos sobre la crisis actual coincide con el de horas que duró otra cuyo desenlace fue luctuoso y de la que ayer se cumplió precisamente el cuarenta y nueve aniversario. 1972 fue año olímpico, como este, y se pretendía que los Juegos de Múnich pasaran a la posteridad como ejemplo de concordia. De esa nueva Alemania, abierta y liberal, que nada tenía que ver con la de 1936 y su parafernalia nacionalsocialista. La idea, aún siendo buena, topó con una serie de problemas que las autoridades no quisieron abordar como es debido. Por un lado, la hostilidad soterrada de la RDA, que llena la villa olímpica de agentes de la Stassi. Por otro, el creciente problema del terrorismo árabe, encarnado en las diferentes facciones de la OLP. Pero se ve que entonces, igual que ahora, primaba un serafismo que sólo sirve para que los malos se cuelen y revienten esa idílica convivencia que sólo existe en el magín de los ingenuos. Los profesionales pusieron sobre la mesa varias hipótesis de atentado, entre ellas la 21(sí, hoy todo parece girar en torno a dicha cifra), que preveía un ataque con rehenes y la huida del comando vía aeropuerto. Fuera quien fuese el responsable, deshecha tal opción, cosa que para cualquier experto en seguridad llama la atención. Pero aquí entra en juego una variable embarazosa, y que muchos no se atreven a plantear. En la fecha en cuestión, igual que ahora, existían células nazis en territorio germano. La única diferencia, es que en el 72, alguno de los implicados puede que hasta hubiera desfilado a paso de oca con el uniforme negro y brazalete de la esvastica.

Curioso que hasta 1968 la inteligencia de la RFA estuvo en manos de Reinhard Ghelen, al que citaba ayer, y que durante décadas se emplease a antiguos militantes de las SS en labores de infiltración. Pero es que si algo compartían nazis y la izquierda radical, era ese profundo y enfermizo antisemitismo que llevó a los campos de exterminio.

Pues en semejante caldo de cultivo confluyen buenismo, odio y ánimo de revancha, la tragedia estaba servida. Y lo estuvo. En la madrugada del 5 de septiembre, un comando de ocho terroristas de la organización Septiembre Negro y FPLP, saltan la valla y se dirigen al edificio donde se encuentra la delegación israelí. En el colmo del esperpento, y dado que vestían ropa deportiva, son ayudados por algunos atletas del equipo norteamericano. Y es que ya se sabe. Uno puede ser muy deportista, pero la “juerga flamenca” nos gusta a todos. Ese compañerismo que vemos en pista, se da también fuera de cámara, y más cuando tras el correspondiente bautismo etílico, se produce esa extraña exaltación de la amistad.A toro pasado, supongo que los jóvenes estadounidenses se echarían las manos a la cabeza (yo sin duda lo haría), aunque el mal ya estaba hecho. Lo que vino a continuación, forma parte de los anales de la Historia contemporánea. Una angustia que terminó de la peor manera posible tras veintiuna horas. Resultado:once atletas israelíes muertos. Cinco terroristas y un agente de la policía alemana. Terrible. Más aún, cuando a los cincuenta y tres días de ser detenidos los tres supervivientes del comando, fueron canjeados en un trato ignominioso tras ser secuestrado un avión de Lufthansa por los colegas de los criminales.

Ahora bien. Lo peor viene por parte de quien debería tomar medidas. Y me refiero a los supuestos buenos(de los malos, poco o nada puede esperarse). El COI no detuvo las celebraciones, limitándose a un escueto comunicado donde ni siquiera se hacía mención a las víctimas. Y aunque es cierto que la bandera olímpica y las de casi todos los países, ondearon a media asta, las naciones árabes exigieron que las suyas siguieran en todo lo alto. A ello sumar el gesto indigno de Gaddafi, que al recibir en suelo libio los cuerpos de los terroristas muertos, les dedica un funeral de estado(hoy nos encontramos con muchas voces queriendo blanquear también la figura de semejante individuo).A dónde quiero llegar con todo esto? A algo sencillo y que posiblemente muchos no quieran oír : Hubo una organización, la OLP, que en base a su manera de entender la lucha armada, quiso llamar la atención del mundo de la peor manera posible. No sólo pervirtieron de forma execrable el espíritu de concordia que es común en el olimpismo. Se cargaron de golpe la camaradería matando a once inocentes(hoy se sabe que no sólo los asesinaron, sino que previamente fueron torturados y sometidos a terribles vejaciones). Nadie va a decir que no sienta a sus muertos en un conflicto. Pero dejémonos de eufemismos absurdos. No hay guerras asimétricas. Aceptar dicho término es uno de los grades errores de la estrategia occidental. Al campo de batalla se va con lo que cada uno tiene. Luego, ya es cuestión de medios, ingenio y estrategia que el resultado sea uno u otro. Pero si empezamos a admitir la guerra subversiva o terrorismo como opción, algo falla. Porque las cosas pueden parecer de una manera si estás en un bando y muy distintas cuando el muerto a raíz de una acción indiscriminada es tu padre, madre, hermano, hijo, marido o esposa.Ese día, la OLP se deslegitimó por completo. Y la comunidad internacional y el COI, con su tibia respuesta, no hicieron otra cosa que darle alas. Han hecho falta cuarenta y nueve años para que en la ceremonia inaugural de otros Juegos se haya recordado a aquellas once víctimas inocentes. Mientras, hemos sido testigos de cómo esas personas, que seguramente no tendrían afán de protagonismo, caían en el más absoluto de los olvidos a la vez que jóvenes y no tan jóvenes, generación tras generación, se han sentido atraídos e identificados por la causa palestina a la que identifican como progresista. De poco vale que les expliques que su primer líder, Amin al Husseini, era amigo de los nazis y fue financiado por ellos. Un Husseini de quien Yasser Arafat presumía de ser sobrino por línea materna. No olvidemos tampoco que de los restos de Septiembre Negro, surge la Fuerza 17,guardia pretoriana del anterior líder palestino y de su sucesor, Abu Mazen.

Todo, mal que pese, está conectado. Y por extraño que resulte, cuando los servicios secretos hebreos lanzaron su operación para eliminar a los responsables del atentado (visto que nadie más iba a mover un dedo), toparon con que la CIA protegía a uno de los cabecillas, Mohamed Shalame. El por qué, sigue siendo un misterio.

Lo mismo sucede ahora. Nadie acaba de entender quien y porqué está interesado en el ascenso y refuerzo del Talibán. Lo que a algunos nos produce náuseas, es que de seguir así las cosas, acabarán tan legitimados como los árabes palestinos por muchas burradas que cometan.