“Musk y la izquierda”. José Antonio Constenla

02 Maio 2022

La reacción a la adquisición por 44.000 millones de dólares de Twitter por Elon
Musk, de buena parte de esa izquierda, que se cree en posesión de la Verdad
y con derecho a censurar todo lo que no sea concordante con sus verdades,
resulta cuando menos llamativo. Esta compra por el equivalente al PIB de
cualquier país subdesarrollado les ha puesto muy nerviosos y a través de una
artificial pugna por proteger la ética de su mundo global, ha generado un
discurso lleno de sentimentalismo, que mezcla defensa de la democracia, libertad de expresión y ética de la riqueza, para afearle al empresario que no use el dinero para otros fines.
En el pasado Google compró YouTube, Mark Zuckerberg, Instagram y WhatsApp, y que Elon Musk compre ahora Twitter es parte del juego de acumulación de poder e influencia, lo que evidencia que la “New Economy” y las “BigTechs” son el nuevo gran escenario de puja por el poder global.
Tradicionalmente, la izquierda se exaltaba cuando un millonario compraba un medio de comunicación, por cuanto sospechaba que, como propietario, limitaría la autonomía de los periodistas y su capacidad de informar sobre asuntos claves. Esto era así desde tiempos de “Ciudadano Kane”, pero ver a columnistas del Washington Post, propiedad de Jeff Bezos, poner el grito en el cielo por la compra de Twitter es algo nuevo.
Es para reírse la sarta de disparates que se están diciendo en este festival del pánico moral. Todo parece girar en torno a que la izquierda hegemónica, cultural e inclusiva (un 69% de los usuarios de Twitter según un informe del Centro Pew), no puede soportar que alguien como Musk, poco amigo de la
dictadura de la corrección posmoderna, haya mostrado su intención de que funcionen las libertades en Twitter del mismo modo que en la vida real, retirando su censura y devolviéndole la libertad de expresión. Piensan que esto beneficia a la derecha y lo temen porque detestan que alguien pueda discutirles
su modelo de sociedad. Es por ello que durante mucho tiempo han justificado la censura de la red social del pajarito azul, en aras a proteger la convivencia democrática de los hate speech (discursos de odio).
La izquierda está contra Musk, no porque pueda censurarles, sino porque ellos ya no pueden censurar a los demás. Por ello, es una buena noticia que Twitter deje de ser eso que caricaturizan sus críticos, una compañía a la izquierda del Partido Demócrata americano y en la que unos pocos cientos de usuarios
imponen la censura de contenidos y cierran cuentas con criterios discutibles, para convertirse en una red social abierta a toda opinión e ideología política.
La reacción inquieta del progresismo globalista me llena de esperanza, porque si de verdad fuesen tan dominantes en el mundo, no tendrían necesidad de estos comportamientos tan desproporcionados.

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